el corazón lleno de amor y
la oreja mala...ser otro»
Albert COHEN
Corfú, 19 de febrero de 1978
Mi querida niña:
Le escribo en un momento de tranquilidad y sosiego tan difíciles de encontrar en esta vejez dolorosa. Sí, la vejez es ausencia dolorosa. Vuelvo continuamente a mi madre muerta. Marcel ya no está, mi amigo Marcel Pagnol, con el que compartí infancia nunca volverá. Pienso en ellos a todas horas cuando no me duele el cuerpo. ¿Sabe lo presente que se hace el dolor? Oh Dios mío, te pido una vez más creer en ti. Espero creer que los volveré a ver, sólo así este dolor que me rompe podrá hacerse llevadero. Escribo anotaciones en un cuaderno(1), disculpe, la escribo prolongado mi diario, imaginándomela.
Me miro al espejo para acompañarme y la soledad me duele en la espalda. Oh juventud. Mujeres jóvenes. Perdóneme y gracias por atender a este viejo que en otro tiempo sabría seducirla. Me dice que escribe una tesis sobre mí, pobre escritor del dolor y del amor. Me pregunta sobre el «otro» en mi obra. Me pregunta sobre la mujer como un «otro» al que seducir y si existe fuera del deseo. Me pregunta por qué sitúo Bella del señor durante unos años antes de la Guerra si terminé de escribirla y se publica en el 68. ¿Por qué no aprovechar para denunciar y recordar?
¡Ah señorita! imagino sus ojos negros con esa oscuridad transparente del Mediterráneo. Mujeres sefarditas como mi madre que era Ferro, mujeres que dejan ahora la cocina para escribir tesis. Escúcheme atentamente, la miro a los ojos, acérquese, lástima que no pueda visitarme, mis amigos me traicionan, otros mueren. Y la vida trascurre en esta sala de estar y la atiendo vestido con mi bata de seda azul. El azul de Corfú. ¿Sabe cómo huele mi isla? ¡Oh Dios! Permite que crea en un paraíso junto al mar de mi isla, sentir de nuevo las manos de mi madre. Me esperaba hasta el amanecer con la sopa templada. Nunca dijo nada a este desagradecido que se avergonzaba de su acento. Mi acento lo traicioné en mi décimo cumpleaños. Llegué a Marsella, emocionado y el Camelot, el vendedor ambulante, me insultó, rechazó mis monedas gritando, “judío, judío vete”. Me apartó del mundo y me encerró en una habitación, quería gritar desde lo alto de una montaña a los humanos, decir que también nosotros lo judíos somos humanos, judíos como Jesús su dios. Como ellos.
"escribir es seducir a una mujer"
¿Sabe a quién le hablaba en mi obra? Siempre a una mujer, a Elizabeth, a Yvonne. Escribir es seducir a una mujer. Que sentido tendría si no, ellas escuchaban y yo hablaba durante horas y ellas recogiendo cada palabra, rendidas. ¿Recuerda como empieza Bella del Señor? El viejo judío intenta seducir a la bella protestante. Pero no, ella sólo desea la belleza, el poder, los dientes blancos y la sonrisa experta. Que diferente hubiera sido si pudiera querer a ese viejo, con sus dolores. No, somos babuinos orgullosos, eso es lo que las atrae. Solal se quita el disfraz y Ariane se rinde.
Dice que habló con mi hija. Pobre Myriam. Se aleja de mí. Cree que no amo a nadie. Cree que soy incapaz de amar. Qué sabe ella. Yo sólo soy un hijo y un amigo. No soy escritor. Sólo quería que me amaran como mi madre muerta hace treinta cinco años. Después de O vous freres humaines, escribí para ella Le livre de ma mère, salió en el 54, es mi mejor libro, allí esta todo, pero no pudo devolverla a la vida. Y no podré jamás hablar con ella. Sonrisa que iluminaba mi vida. Nadie, mama, me esperará como tú. Señorita cuide a su madre. Dígale cuanto la ama. No se impaciente. Cuando descubra en ella ese rasgo inconveniente, la falda manchada de harina por ejemplo, no se ruborice, esa harina es la vida. Su madre esta manchada de vida, de amor a su hijo. Perdone, me desvío. La imagino tan hermosa. Me turba su sonrisa. Dice que es sefardí, hoy tienen Uds. una mezcla peligrosa. Mujeres que saben de almendras y se visten como sus hermanas occidentales.
Le confesaré que el genio es tener el corazón lleno de amor y la oreja mala. El genio es ser otros, una dulce mujer llena de fe, a la vez que un niño ilusionado. Nosotros los sefardíes debemos hacer que nos escuchen, que los judíos que comen carpas agrias no digan por nosotros, nos olviden y desprecien.
"Ven. Voy a morir pronto. Seré un muerto más. No existiré, mi cuerpo deshecho, este cuerpo que tanto amé"
Mi novela habla del amor-pasión, de la imposibilidad de mantener ese instante efímero. Anna Karenina, Bovary pobres estúpidas. Creyeron que podrían tenerlo siempre. Se equivocaron, es una ficción y el mago se marcha cuando acaba la ilusión. Eso sé del amor occidental. Para ellas escribo. Para ti, dulce niña que me mira con ojos bañados en almíbar, no llores. Ven. Voy a morir pronto. Seré un muerto más. No existiré, mi cuerpo deshecho, este cuerpo que tanto amó. Este viejo te espera ahora, ya soy ese viejo del principio de mi novela. Pero deseo responderte. ¿Por qué sitúo la obra antes de la guerra? Yo hablaba de y para humanos. Quería gritar al Camelot que era un malvado, pero un malvado humano. Yo hablaba con humanos. Grité. Grité desde lo alto de mi montaña para que me escucharan. Pero, ¿son acaso humanos quienes devoraron a niños y ancianos? No, no podía hablar de esa atrocidad y mis
palabras ya no servían porque es un lenguaje que se dirigía a los hermanos humanos y quienes cometieron la aniquilación infame ya no lo son. Hay un vacío en la historia donde no existió lo humano. Espero responder a sus preguntas, pero espero también no hacerlo. Deseo que venga, Oh mujer, tal vez en Ud. encuentre esa esencia que quise rescatar en su eterna huida. Venga a mí con su sonrisa tímida. Escribo la novela que espera que la copie Ud. La espero para acariciarla, no se asuste, acariciar con mis palabras de la que será, si viene, mi última novela.
(1).- El autor se refiere a su obra Carnnet 1978, que escribía en el periodo al que corresponde esta carta, y que fue publicada por Gallimard.
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Esta conmovedora carta, en la que su autor daba cuenta ya de la premonición de su muerte, forma parte de la correspondencia epistolar que mantuvo con él la novelista española de origen sefardí Esther Bendahán, cuando ésta estaba comenzado su tesis doctoral sobre el creador de O vous freres humaines, que llevaría por título El otro en la obra de Albert Cohen. Yo la conocí en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en el año 2000, adonde acudía con sus sus ojos con yesca, acuciantes y tristes, para disfrutar de los poetas que El Toro de Barro tenía la fortuna de presentar allí, en los tiempos en que César Antonio Molina trataba como podía de amarrar los destinos de la vieja institución madrileña. Tuve el honor de editar un cuento suyo bastante tiempo después, y de asistir con ella a un congreso sobre el Holocausto en el Yad Vashem de Jerusalén.
Le debo más de un café...