"te amo sólo a ti, la más bella y
en todas las mujeres sólo a ti te encuentro: toda la Mujer, todo mi amor tan
grande, tan simple."
Eaubonne,
abril de 1928
Lunes a las cuatro
Mi amor querido, mi dulce amor, sigo en cama. Acabo de tener un sueño
maravilloso, uno de esos sueños diurnos donde las emociones físicas te dejan al
despertarte toda la parte correspondiente al deseo... y el deseo que arrastras
después, ya despierto, se parece tanto al placer del sueño. Estaba tumbado en
una cama al lado de un hombre que no puedo identificar con seguridad, pero un
hombre sumiso, soñador desde siempre y para siempre y silencioso. Le doy la
espalda. Y tú vienes a tumbarte cuan larga eres pegada a mí, me besas los
labios dulcemente, muy dulcemente y yo te acaricio bajo el vestido los senos,
fluidos, tan vivos. Y tu mano pasa, muy despacio, por encima mío, busca al otro
personaje y se aposenta en su sexo. Lo veo en tus ojos, que se turban
lentamente, cada vez más. Y tu beso se hace más cálido, más húmedo, y tus ojos
se abren más y más. La vida del otro pasa a ti y al poco rato es como si
masturbaras a un muerto. Me despierto, ligeramente ebrio, incapaz de renunciar
al placer.
Confieso que el regreso a Arosa no me parece triste,
que de hecho no es un regreso a Arosa sino un regreso a ti, por consiguiente a
mi amor. Por consiguiente, sólo una cosa deseo: verte, tocarte, besarte,
hablarte, admirarte, acariciarte, adorarte, mirarte, te amo, te amo sólo a ti,
la más bella y en todas las mujeres sólo a ti te encuentro: toda la Mujer, todo mi amor tan
grande, tan simple.
Estoy mejor. Esta mañana ha venido Philippon, dice
que hay que ser prudente, pero que no tengo nada en el pecho. Me ha dado para
la nariz, que me molestaba mucho, una pomada de cocaína que me ha calmado
inmediatamente.
He pensado muchas veces en mandarte libros, pero no
los he encontrado hasta hace tres días. Y los leo antes de llevármelos, por
prudencia. Tendrás al menos tres, de los que dos te gustarán, seguro que te
encantarán.
Editorial Tusquets, 2004 |
En todas las cartas te digo que los vestidos están
bien y estarás esperando el oro y el moro. No te hagas demasiadas ilusiones.
Tengo, por el contrario, la impresión de que será apenas lo justo. En fin, con
tal de que mi bienamada haga el amor bien desnuda... ¡y también bien vestida!
Recibí vuestro telegrama antes del sueño descrito al
dorso. «Besos», decía. Eso fue lo que me inquietó tanto. Y también unos
recuerdos reavivados, ya te contaré en Arosa. Pero sufro terriblemente de tu
ausencia. Tengo una voluntad cada vez más fuerte de mejorar. Me sentí muy
halagado por las alabanzas de una pequeña berlinesa muy bonita que me encontré
en casa de Crevel (la conocimos en Berlín; quería vender dos pequeños Rousseau.
Su marido era un joven pederasta [bastante] guapo, a ti te pareció hasta «muy
apuesto»): que soy «grande y apuesto, con la cintura estrecha y los hombros
anchos». ¡Que conserve sus ilusiones! ¡Quitárselas me parecería un sacrilegio!!
¡Ji! , ji! Te mando más fotos de tu Jouk que «también» se comporta muy
«amablemente» conmigo, se sube a la cama. Le hablo de ti. Mueve el rabo, me
apoya el morro en la mano.
Saldré sin falta el viernes por la noche. Deberíais
salir de Magadino el sábado por la mañana, temprano, para llegar a Arosa por la
noche, a menos que prefiráis quedaros el domingo en Magadino por razones [sic].
Os aseguro que no haré ningún reproche. En ese caso lo arreglaré todo en Arosa
para recibiros dignamente. Mi deseo de veros no disminuirá por ello.
En cualquier caso, lo cierto es que vuestra imagen
no se separa de mí un instante, que os amo en todo: en todo, también en toda
carne, en todo amor. Soy vuestro marido para siempre,
Paul
Os mando un dibujito que me gusta mucho. Para
enmarcar. Y mis fotos. También me van a reembolsar un exceso de impuestos que
pagó mi padre: 4 ó 5 000 frs. Voy a dormirme otra vez. Soñar con GALA. Os
llevaré un poema para vos.
Carta de amor de Paul Eluard a Gala (Abril de 1928)
Carta de amor de Paul Eluard a Gala (1930)
Carta de Paul Eluard a Gala (Niza, 1934)
Carta de Paul Eluard a Gala (1945)
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Yo, que he sobrevivido a cien
lanzas
y he hecho temblar el vientre
del desierto con uno solo de mis carros,
perdí ante tus ojos mi última batalla.
Ser cobarde en amor equivale a estar muerto.