«Los que admiramos la obra de Borges la vemos como una cueva de Alí Babá repleta de riquezas y objetos maravillosos robados de todas las literaturas del mundo. En esto no se distinguía de Shakespeare, desde luego, otro devoto del latrocinio»
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Es triste tener que escribir en su contra en nombre de
Borges, en favor de la literatura. Un indicio del pésimo estado de cosas que
padecemos. Con el gesto de prohibir la circulación de El hacedor de
Borges (Remake) usted se engaña. No le hace ningún favor a
Borges, no vela como una mujer celosa sobre el legado de su marido. En
absoluto. Usted impone las leyes del capitalismo, las leyes de la propiedad
privada y el código civil, ese aliado mezquino de todo lo que no funciona en
nuestra sociedad, para transformar a Borges en convidado de piedra de la
libertad creativa y las aventuras más audaces de la literatura. Aún peor.
Usted actúa como si preservar el legado de Borges implicara anular la relación
fecunda con la obra de un escritor que supo también extraer de otros lo que
necesitaba para realizar su idea de la literatura. Entérese bien. Los que
admiramos la obra de Borges la vemos como una cueva de Alí Babá repleta de
riquezas y objetos maravillosos robados, sí, robados de todas las literaturas
del mundo. Usted no ha leído “La biblioteca de Babel”, es evidente, si no que
ha entendido esta ficción como un reconocimiento de culpa y una justificación
artística del plagio, una apertura de puertas al libertinaje y la promiscuidad
creativa de todas las obras y los autores de la historia. Como la confesión de
crímenes, en suma, de un consumado Arsenio Lupin de la literatura. Quién
sabe, incluso, si Borges, como supremo hacedor, no llegó a (pre)ver este
“remake” en el anaquel de los volúmenes virtuales que poblaban esa biblioteca
hecha a imagen y semejanza de su privilegiado cerebro. Desde luego, todo lo que
sabemos de su literatura me permite imaginar que sí y que le daría el visto
bueno con una sonrisa de complicidad irónica. Al fin y al cabo, todos los
nombres de la literatura, como quería Borges, designan al mismo escritor de
todos los libros de la historia.
Agustín Fernández Mallo |
Sí, no se escandalice, la grandeza de Borges, ese capital
que usted pretende explotar en su único beneficio, tiene sus raíces también en apropiaciones
y préstamos de otros autores. En esto no se distinguía de Shakespeare, desde
luego, otro devoto del latrocinio y el saqueo de fuentes con fines creativos.
La única diferencia con el gesto de Fernández Mallo, fíjese bien, radica en la
modestia, el respeto y la admiración con que éste se aproxima a la obra de
Borges. No hay nada impropio ni irreverente en esa “apropiación” (podría
discutirse incluso su condición de tal, se lo dice un borgiano de pro, sin
necesidad de recurrir a penosos argumentos legales), sino una tentativa lograda
en gran parte de instalar a su marido entre las referencias fundamentales de la
literatura del siglo XXI.
Usted creerá, porque así se lo dicen los que la aconsejan
mal, que esto no era necesario, que su marido ya formaba parte del bagaje del
nuevo siglo sin la intervención de un joven escritor español con ínfulas de
usurpador, que es sólo un alibí vagamente cultural para saquear con impunidad
su preciosa obra. Cuánto se equivoca. No me extraña. Si usted no ha sido capaz
de entender el designio final de la obra de Borges, cómo puedo exigirle que
entienda la obra de creadores que sí han entendido ese designio y lo han hecho
suyo, apartando todo aquello que en Borges podía haber caducado. Usted está en
contra de Borges al estar en contra de la literatura, sépalo ahora, usted se
pone del lado de la violencia y la injusticia del capitalismo, del lado de la
explotación y la codicia, bajo la tapadera de preservar los intereses de la
obra de Borges. Al tomar ese partido y no otro, no se equivoque, usted está
tomando partido contra Borges, entiéndalo bien, contra la literatura y contra
la libertad de creación que hizo grande a su marido, precisamente.
Una advertencia, nada más. Usted me recuerda mucho a la SGAE, en sus declaraciones y
en sus medios y fines. Infórmese sobre ella. Puede que vea en el destino de esa
institución corrupta una prefiguración de su propio destino, aunque sea sólo
simbólico. Quizá lo único que consiga con su gestión mezquina sea que la obra
de Borges se convierta para muchos en un erial solitario y estéril, un edificio
abandonado a la incuria del tiempo, un amasijo de papeles roído hasta la náusea
por los académicos, algo petrificado, sin vida, sin posteridad posible. El
libro de Fernández Mallo que usted ha conseguido prohibir no pretendía otra
cosa que demostrar que Borges seguía siendo para muchos escritores del siglo
XXI el gran cómplice de las exploraciones literarias más excéntricas. Y su
obra, un campo de investigación productivo e inagotable. Está a tiempo de
reconsiderar su posición. En nombre del mismo Borges que usted manipula para
castrar la libertad de los creadores. Piénselo bien antes de proseguir con su
absurda inquina. Cerciórese de que Borges la secundaría, asegúrese de que en
nombre de Borges se puede perseguir la obra de otros escritores con razones tan
pobres. Me temo que su abogado tampoco ha leído a Borges. Hasta donde yo sé,
ser abogado significa, por principio, situarse en contra de la literatura. Esa
literatura que su marido representaba como pocos. Así que piense si con este
gesto inquisitorial está usted del lado de Borges o del lado de su letrado más
bien iletrado.
Por respeto a usted, a lo que usted representa, me permito
hacerle todas estas consideraciones. Espero que sirvan para algo, aunque me
temo que no. Tal como están las cosas, usted cometerá el error de darle la
razón a su abogado y quitársela a Borges. Con su traición al espíritu de
Borges, todos saldremos perdiendo, desde luego, y el mundo tomará el derrotero
de lo peor. Prepárese, porque entonces ni usted ni Borges estarán a salvo. No
olvide la dura advertencia de Walter Benjamin:“tampoco los muertos estarán
seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de
vencer”. Sepa, por tanto, que será juzgada como cómplice inexcusable del
enemigo. Téngalo en cuenta. Piense en Borges. Piense en la literatura de Borges
antes de actuar en su contra.
Para terminar, me veo obligado a recordarle, apelando a la
autoridad literaria de su marido, que esta carta, como tantas otras, no
necesita ser enviada para ser efectiva.
Atentamente,
Fuente:
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Juan José Delgado, "La fiesta de los infiernos".
Col. Narrativa. Ed. El Toro de Barro,
Tarancón de Cuenca, 2002.
PVP: 15 euros
edicioneseltorodebarro@yahoo.es |
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