Sara Helen Witman
He apretado tu carta una y otra vez contra mis labios, dulcísima Helen, bañado en lágrimas de alegría, o de una "divina desesperación". Pero yo, quien tardíamente, en tu presencia, alardeaba sobre el "poder de las palabras" ¿de qué me sirven ahora? Yo puedo creer en la eficacia de las plegarias al Dios de los Cielos, yo puedo efectivamente arrodillarme humildemente, arrodillarme en esta la más formal época de mi vida suplicando de rodillas por palabras, pero las palabras que pueda revelarte, más vale que me permitan yacer desnudo junto a ti, mi entero corazón. Todos los pensamientos, todas las pasiones, parecen ahora mezcladas en este único deseo que me consume...
Encontré esta intensa carta en La esfera de Ababol, uno de los espacios de la red, más hermosos, elegantes y habitables que conozco. Me llamó profundamente la atención la descripción que, tomando verso de William Butler Yeats, hacía de sí misma Odel, la mano que amasa las palabras: "Pisa con suavidad porque estás pisando mis sueños"....
Al final, hay un momento en que siempre nos quedamos sin palabras porque simplemente la conmoción es tal que...nos sobran todas.
ResponderEliminarSaludos,Carlos
"Todos los pensamientos, todas las pasiones, parecen ahora mezcladas en este único deseo que me consume..."
ResponderEliminarNo sé si realmente sobran o faltan las palabras cuando se da la comunión en el sentimiento y en la piel.
Besos.