Soldado alemán muerto en Stalingrado.
"A mi alrededor todo se derrumba, un ejercito entero muere, el día y la noche arden..."
Mi vida no ha cambiado en nada; es ahora como hace diez años, bendito por las estrellas, maldito por los hombres. No tuve amigos, y tú sabes por qué no querían saber nada de mí. Era feliz cuando podía sentarme al telescopio y mirar al cielo y al mundo de las estrellas, feliz como un niño al que le permiten jugar con los astros.
... Fuiste mi mejor amiga, Mónica. Sí, lees bien, fuiste. El momento es demasiado serio como para bromas. Esta carta tardará en llegarte dos semanas. Por entonces ya habrás leído en los periódicos lo que ha tenido lugar aquí. No pienses mucho en ello, porque en realidad todo habrá terminado de forma diferente; deja que los demás se preocupen de la "película de los hechos".¿Qué son ellos para ti o para mí? Siempre pensaba en años luz, pero sentía en segundos. Además, aquí tengo mucho trabajo con el tiempo. Somos cuatro, y si las cosas continúan como hasta ahora podemos darnos por contentos (...)
Lo que hacemos es muy sencillo. Nuestro tarea consiste en medir las temperaturas y la humedad, informar sobre la visibilidad y los bancos de nubes.
Si algún burócrata leyera lo que aquí escribo obtendría una flagrante violación de la seguridad militar. Mónica, ¿qué es nuestra vida comparada con los muchos millones de años del cielo estrellado?. En esta hermosa noche, Andrómeda y Pegaso están justo sobre mi cabeza. Las he mirado mucho tiempo; pronto estaré muy cerca de ellas. Mi paz y mi felicidad se las debo a las estrellas, de las cuales tú eres la más bella para mí. Las estrellas son eternas, pero la vida de un hombre es como una mota de polvo en el universo.
A mi alrededor todo se derrumba, un ejercito entero muere, el día y la noche arden...y cuatro hombres se atarean con informes diarios sobre temperaturas y bancos de nubes. No sé mucho sobre la guerra. Ningún ser humano ha muerto por mi mano. Nunca he disparado munición real con mi pistola. Pero sé muy bien una cosa: la otra parte nunca ha mostrado ni una pizca de comprensión por sus hombres. Me habría gustado contar estrellas unas cuantas decadas más, pero ahora nada parece ir en ese sentido...
Antony Reevor, Las últimas cartas de Stalingrado, Destino, 1963. |
Muchos soldados alemanes escribieron cartas a sus familiares y amigos durante el largo y trágico asedio de Stalingrado, en las que relataban las condiciones dantescas en las que vivían y su premonición de una muerte cercana.Cuando el último avión despegó de la ciudad en enero de 1943, llevaba siete enormes sacas de cartas que nunca fueron entregadas, porque rezumaban desmoralización y críticas al Reich. Todas ellas aparecieron después, en 1954, y fueron publicadas en 1958 por Einaudi en el volumen Cartas desde Stalingrado. Volvió a hacerse otra edición en 1963, Las últimas cartas de Stalingrado, a cargo de la editorial Destino. Las cartas que editamos han sido recogidas del blog Cartas desde el frente. Y las hemos ilustrado con Imágines de la segunda guerra mundial.
Esta carta escrita en un momento límite, rezuma contención y lucidez y me produce un inmenso respeto. Tiene el dejo del protagonista de la tragedia que "ve su destino" y sin embargo, no se mimetiza con él. Hay un párrafo especialmente decidor para mí
ResponderEliminar"A mi alrededor todo se derrumba, un ejercito entero muere, el día y la noche arden...y cuatro hombres se atarean con informes diarios sobre temperaturas y bancos de nubes"
siente la futilidad y el absurdo de todo y al mismo tiempo conserva el temple ¡Que sensación de belleza dolorosa me produce imaginar a ese hombre acosado mirando lucir a Andrómeda en la noche de Stalingrado...
¡Ojalá que la muerte fuera compasiva con él!
¡Feliz Nochebuena, Carlos!
Feliz Nochebuena, Begoña. Cuida de tu hombre y de tu escritura. Y que la vida nos cuide y nos trate con un poquito de amor, y otro poco de belleza.
ResponderEliminarUn beso...
En los momentos supremos es cuando se vislumbra la grandeza del hombre... (Es lo que se dice)... pero yo prefiero la inmensidad y la lucidez de los instantes pequeños.
ResponderEliminarMe quedo con esta frase de tan impresionante carta...
"Siempre pensaba en años luz, pero sentía en segundos"
Eres un lujo, Carlos.
Que la Serenidad mantenga tu espíritu vivo.
Un beso.
Es curioso cómo en medio de la guerra, todos somos iguales, a pesar de la obligación de matar para vivir, surgen los más nobles sentimientos, ya que en situaciones límite el espíritu humano se muestra tal cual es, en toda su grandeza y toda su debilidad, como es el caso del autor de esta carta.
ResponderEliminarNo importa mucho cuál sea su nacionalidad, los sentimientos y los recuerdos son similares en cualquier caso.
Amor y Belleza es lo único verdadero y es lo que nos salva en un escenario de horror y de muerte. No importa el lugar o la época, una guerra es todas las guerras.
Esta carta me recordó otra que dicen que se encontró en el bolsillo de un soldado muerto. Yo la hacía analizar en mis clases, cuando tratábamos la II Guerra Mundial.
Oración de un soldado
¡Escucha, Dios!
yo nunca hablé contigo,
hoy quiero saludarte ¿Cómo estás?
Desde pequeño me han dicho que Tú no existes...
y yo, tonto, creí que era verdad.
Nunca he contemplado tus obras,
Anoche oculto en un hoyo de granada
vi tu cielo lleno de estrellas
¿Quien diría que para verte
bastaba con tenderse de espaldas?
No sé si aun querrás darme la mano;
al menos, creo que me entiendes.
Es raro que no te haya encontrado antes
sino en un infierno como éste.
Pues bien... ya todo te lo he dicho.
Aunque la ofensiva nos espera para muy pronto,
no tengo miedo desde que descubrí que estabas cerca.
¡La señal!... tal vez llame a tu cielo.
Comprendo que no he sido amigo tuyo, pero...
¿Me esperarás si hasta ti llego?
¡Como!... mira Dios, ¡estoy llorando!...
tarde te descubrí... cuánto lo siento!
Perdona... debo irme... ¡buena suerte!
(que raro, sin temor voy a la muerte!...).
***
Por muchas Noches y Días de Paz.
Carlos,
ResponderEliminaresta carta tan conmovedora nos demuestra que aunque las circunstancias sean abrumadoras el espíritu del hombre es capaz de seguir soñando con la belleza y el amor.
"....En esta hermosa noche, Andrómeda y Pegaso están justo sobre mi cabeza. Las he mirado mucho tiempo; pronto estaré muy cerca de ellas. Mi paz y mi felicidad se las debo a las estrellas, de las cuales tú eres la más bella para mí."
Besos y Paz en esta Día tan especial.
REM
Un hombre que amaba las estrellas, que era más querido en el cielo que en la Tierra y se siente morir mientras contempla Andrómeda y Pegaso.
ResponderEliminarDicen los físicos que algunas estrellas ya han muerto cuando llegan a nuestra vista. En esta carta se convierte en una de esas estrellas que tanto amaba, el joven soldado, llegado a los ojos de la mujer que amaba.
Una espiritualidad cósmica más real que el breve instante en el que creemos apresar la vida.
Extraordinaria. Preciosa.
Un abrazo.