"Parece que fue ayer cuando tu padre nos mecía entre las túnicas de Rafael y nos contaba las historias de las manos que labran la piedra..."
Querida Marina:
Me encuentro en Elabuga, aquí donde un día enterrarán tu cuerpo dolido y cansado. Te escribo a través del frío inhumano que atraviesa San Petersburgo de parte a parte ante la mirada atenta de tu apreciada Ajmátova y el tenue lamento del Hermitage. Sus paredes, Marina cara, se han ido descascarillando tras la salida de sus galerías y el respirar rítmico que ha ido construyéndolo a través del tiempo. Parece que fue ayer cuando tu padre nos mecía entre las túnicas de Rafael y nos contaba las historias de las manos que labran la piedra.
Ahora ambas miramos al mar. Ese mar que cantó Pasternak: “stijia” y que has perpetuado en las despedidas y el desamparo. La madre, Marina… Tu madre muerta, Sherezade de Korsakov que modula los silencios que has ido contagiándonos para decir luego YO y que el mundo pareciera un verso eterno y firme. El océano presume de ti, gozoso de sentir la cuenca de tus ojos inundadas del hambre voraz que extingue a los hombres bajo el peso de la revolución que acabara emparedando a los de siempre, a los que estaban del lado incorrecto, del lado de los vencidos. Esa eres tú, un eterno mar cíclico y permanente que alza la voz para decir hijo mientras se te llena de sangre la boquilla del cigarro.
¿Quién si no iba a perpetuarse en la muerte? Sólo la mujer que eres, altiva, desdeñosa del gris del carbón de las estufas y de los que a su alrededor aposentan sus miedos, podía transmutar en historia lo que no tiene conciencia de haber existido.
Me dices en carta aún con el olor al sudor de tus manos: “en el suicida se funde el asesino y el asesinado”. ¿Cómo puedes siquiera pensar que la tela de araña que es “Ariadna” puede quedar desenmarañada por una afirmación tan fortuita? Al asesino de tus letras, tú, aplicarle la cadena perpetua no significa nada porque vives en el desánimo de la guerra perdida, del hijo muerto, del amor náufrago y triste. Al asesinado lo cogería entre mis brazos y salpicaría lo eterno con su alma para prender luz al humano que siga evitándose el sufrimiento de los displicentes.
Así, Marina, tras tomar el último vaso de vodka y entregarte la soga en nombre de lo que pude ser, estoy perpetuando la estirpe de lo negro, pero me siento en este banco destartalado mientras observo la fosa común que he abierto con mis uñas en Elabuga y cuento los fusiles que van cayendo donde la tierra no es más que excremento que parieron sus madres.
***
A Ajmatova
¡Oh musa del llanto, la más bella de las musas!
Oh loca criatura del infierno y de la noche blanca.
Tú envías sobre Rusia tus sombrías tormentas
Y tu puro lamento nos traspasa como flecha.
Nos empujamos y un sordo ah
De mil bocas te jura fidelidad, Anna
Ajmátova.
Tu nombre, hondo suspiro,
Cae en es hondo abismo que carece de nombre.
Pisar la tierra misma que tú pisas, bajo tu mismo cielo;
Llevamos una corona.
Y aquél a que a muerte hieres a tu paso
Yace inmortal en su lecho de muerte.
Sobre esta ciudad que canta brillan cúpulas,
Y el vagabundo ciego canta loas al Señor…
Y yo, yo te ofrezco mi ciudad con sus campanas,
Ajmátova, y con ella te doy mi corazón.
Marina Tsvietaieva
Versión de Monika Zgustová
Es muy interesante la reflexión -editada por la revista Clarín- de Carolina Esses en torno a la vida y la obra de la gran poeta rusa, a la que la singular poeta andaluza Carmen Moreno (www.letratlantica.blogspot.com) ha dedicado esta carta escrita con navaja.
Carmen Moreno |
Carmen (Cádiz, 1974) fue cofundadora de la revista universitaria Prometeo (1994), y colaboradora de mi admirado Fernando Quiñones en algunas de sus muchas aventuras editoriales. Su experiencia en música contemporánea y en crítica literaria le ha llevado a continuas e intensas colaboraciones con la la radio y la prensa escrita. Merecedora entre muchos otros del Premio Internacional de Poesía Fernando de Quevedo, ha publicado Tocando el cielo (Relatos, 2002), y una larga lista de peomarios, entre los que destacan Plano Urbano (1996), Sombra mía (2000), La Tregua de la piel (2004), el magnífico Asfalto Bíblico (2002), Más que morir (2006), Como el agua a tu cuerpo (2009) y Cuando dios se equivoca (septiembre, 2010). Hay que destacar también su brava Antología poética de César Vallejo, editada en 2010 por la gran editorial Vitrubio.
ste texto, poema, expediente, estas palabras estrujadas unas con otras, como los niños con Janus, quiebran todos los moldes. Se salen de las clasificaciones, se desbordan de los papeles y de las nomenclaturas. Y es lo que queda de pie como estandarte, hasta que alguna vez, -si alguna vez será- que nos sentemos como hermanos y el Mal con mayúscula deje de ser ese obsceno misterio que nos engulle, destroza, inhabilita, trastorna, hasta convertirnos en meros espectadores. Aquí no hay nada que distraiga. Todo el texto es esa gota de dolor que hay que colocarse en la lengua, hasta que de tanto arder, entendamos que mientras nos creamos al margen no tendremos las manos limpias y que seremos culpables hasta que podamos hablar de la última masacre del hombre contra el hombre. Esto no es literatura, y como diría León Felipe, es una estopa en la garganta.
ResponderEliminarGracias, Mery. Me has dejado sobrecogida.
ResponderEliminarLa carta cumple plenamente el que supongo es el propósito de la autora. No sólo destacar a una poeta rusa a la que quizás la Historia aún no hace justicia, sino que es una lección de humanidad. Poner al descubierto la soledad, el desamparo, el dolor que empezando por ser físico corroe el alma, hasta el punto de lam pérdida de toda esperanza.
ResponderEliminarEs una historia que se repite en tantas otras historias que a veces desaparecen en la niebla. Al margen del totalitarismo de turno. Siempre digo Una guerra es todas las guerras. La conculcación de los derechos en cualquier rincón del mundo, también es universal porque es humano. 'Homo sum, humani nihil a me alienum puto' diría Terencio 'soy humano, nada de lo humano me es ajeno'.
La autora de esta carta, que tan bien presentan tus palabras Carlos, pone de manifiesto esta humanidad que compartimos.
Mery Sananes lo dice magistralmente. Sin duda se siente la "estopa en la garganta". Se acostumbra a decir que "La poesía nos salva" si bien no ha salvado a tantos poetas de morir en circunstancias similares, la poesía de Marina Tsvietaieva y su vida, constituyen una luz que salva a la humanidad ayudándola a tomar conciencia y querer ser un poco más humana.
(Jamás lo habia pensado de tal modo: “en el suicida se funde el asesino y el asesinado”.)
Yo también desde hace mucho, amo la Marina.
ResponderEliminarMe enseño pasión y algo que no sé expresar debidamente pero que tiene que ver con una poderosa mixtura de dignidad, estoicismo y lucidez valerosa frente a un destino que siempre para ella, fue doloroso...¡Terribles circunstancias, las de esta poeta!
Me enseñó también que, al contrario de lo que creía Virginia Woolf, no se necesita un cuarto "propio" para escribir, que... ni siquiera se necesita tiempo. La obra más significativa de esta poeta fue escrita en la indigencia absoluta, con las manos cuarteadas por el agua sucia de fregar platos y lidiar las duras faenas cotidianas propias de una mujer muy pobre. Reivindico tal vez como necesaria sí, la cultura, extaordinaria cultura, marca de su infancia y adolescencia viajeras y desahogadas.
Me enseñó también que la poesía permite sobrevivir porque ...es suficiente (así Maldestan, así Ajmatova...) y que,cuando se acaban los versos, no se puede seguir viviendo, por eso Elabuga.
Hay, en definitiva algo en esta mujer que hace bque la recite con "temor y temblor" y lea sus cartas con una fruición que ninguna más me ha provocado. Me desdigo de inmediato quizá sí; las de Emily Dickinson...
Ha sido un placer leer esta respuesta que ella pocas veces enontró en vida ¡alabo el gusto de la escritora!
Un saludo!!
Muy interesante tu blog.
ResponderEliminarYa veo que estas en mi facebook.
Somos tantos, que ni nos vemos,aunque hoy los hados me entregaron tu blog repleto de bellas e interesantes cartas.
Después de dar un paseo y leer algunas y de llamarme la atencion otras, pienso seguir disfrutando de ellas.
Felicitaciones por este trabajo de coleccionar las cartas de algunos de las mejores letras que el hombre ha conocido.
Gracias y recibe un abrazo amigable
Encontré algo hermoso, algo tan profundo y adorable, y agradezco tanto esa gratuidad de compartir la belleza...
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