«Abre el primer botón de tu blusa y allí me verás anidando, como una ardilla de hábitos inquisitivos pero de todos modos adorable...»
Virginia WOOLF
De Virginia a Vita, Martes 5 de enero 1927
Por
qué piensas que no siento o que hago las frases? “Frases encantadoras”, dices,
que le roban la realidad a las cosas. Es todo lo contrario. Siempre, siempre
trato de decir lo que siento. Por alguna razón, todo es aburrido y triste. Te
he echado de menos. Te echo de menos. Te echaré de menos. A medida que te
alejas me resulta más difícil visualizarte, y pensar en ti con fondo de
pirámides y camellos me abruma un poco. Pero vamos a dejar eso y a
concentrarnos en el presente ¿Qué he hecho? He sido muy laboriosa. Creo que en
parte debes haber desorganizado mi vida doméstica, porque en cuanto te fuiste
cayó sobre mí un torrente de obligaciones. No tienes idea la cantidad de
colchones, mantas, sábanas, fundas y enaguas que he tenido que comprar. Por
algún motivo mi incompetencia y el hecho de que los vendedores no me crean me
transforman en una arpía fastidiosa. Escribo rápido, todo de golpe, (¿Has visto
lo apretado de mis letras?) Es porque quiero decir muchas cosas pero no
aburrirte. Entonces pienso que, si las aprieto bien, no verás lo larga que es
esta carta. ¿Si he visto a alguien? Sí, a muchos. Hay tantos manuscritos que
leer y cartas que escribir, y Doris, una pobre y desaliñada mujer que tuvo la
increíble impertinencia, en parte falta de educación y también lo que ella cree
talento y yo considero un cerebro respetablemente despierto pero vulgar, de
decir: pero, señora Wolf ¿tengo, en su opinión, talento suficiente para dedicar
mi vida a la literatura? A lo que con mi voz más decidida respondí que mejor se
hiciese cocinera. En cuanto a mis encuentros, no me he enamorado de nadie…
aunque ésa no es mi línea exactamente. ¿Lo habías adivinado? No soy fría; no
soy farsante, ni débil, ni sentimental. Qué soy. Quiero que me lo digas tú.…
Voy
a tener un pequeño grupo dramático. Me gusta la profusión de esas pobres
criaturas: pintadas e irreales, todas desesperadas porque no tienen trabajo o
están enamoradas. Creen que soy una gárgola grotesca, semihumana, rígida como
un demonio en una catedral. A ellas les parece increíblemente excitante que yo mueva
las piernas y hable como un libro. Pero no durará mucho. Es parte de mi esnobismo
adornar toda la sociedad salvo la mía propia. Pero (volviendo a tu carta)
siempre supe que eras distante. Sólo que me dije: insisto por pura amabilidad.
Con ese objetivo fui a verte.
Abre el primer botón de tu blusa y allí me verás anidando, como una ardilla de
hábitos inquisitivos pero de todos modos adorable.
Trieste,
Milán. De Vita a Virginia, 21 de enero 1927.
Estoy reducida a ser una cosa que quiere
a Virginia. Escribí una carta durante las opresivas horas insomnes de la noche,
y todo se ha ido: sólo te extraño de una manera desesperadamente humana. Tú con
todas tus expresivas cartas, jamás escribirías una frase tan elemental como
ésa. Probablemente ni siquiera la concebirías. De todas maneras creo que serías
capaz de hacerte cargo de un pequeño bache. Pero tú lo cubrirías de frases tan
exquisitas que terminaría por perder un poco de su realidad, en tanto que
conmigo es algo absolutamente implacable: te extraño aún mas de lo que hubiera
creído, y estaba preparada para extrañarte mucho. Esta carta es tan solo un
aullido de dolor. Es increíble cuan imprescindible te has vuelto para mí.
Supongo que tú estás acostumbrada a que la gente te diga eso. Maldición,
criatura peligrosa. No lograré que me ames más, entregándome a mi misma de esta
forma. Pero oh, mi amor, no puedo ser lista e indiferente contigo: te amo
demasiado para eso. Verdaderamente. Tú no tienes ni idea de cuan indiferente
puedo ser con la gente que no amo. Lo he convertido en una especie de exquisita
destreza. Pero has derribado todas mis defensas. Y realmente no lo resisto. De
todos modos no te aburriré más.
Reemprendemos el viaje, el tren nuevamente se mueve, tendré que escribir en la
estaciones –que son muchas afortunadamente a lo largo de las llanuras
lombardas. Venecia. Las estaciones eran muchas, pero no contaba con el hecho
que el Orient Express no se detendría en ellas. Y aquí estamos en Venecia tan
sólo por diez minutos. Unos desgraciados minutos durantes los que puedo
intentar escribir. Ni siquiera tengo tiempo para comprar una estampilla
italiana, así que esto tendré que enviarlo desde Trieste. Las cascadas en Suiza
estaban heladas, convertidas en una especie de iridiscentes y compactas
cortinas de hielo, colgando sobre las rocas; realmente encantador.
Italia está toda cubierta de nieve. Nuevamente reemprendemos el viaje. Tendré
que esperar hasta mañana en Trieste. Por favor Perdóname por escribir una carta
tan mísera.
V.
Hannover,
de Vita a Virginia, 29 de enero de 1927.
Trabajaré
duro, en parte para complacer, en parte para complacerme, en parte para hacer
que pase el tiempo, en parte para tener algo con lo que compensarte. Atesoro tu
repentino discurso sobre literatura de ayer en la mañana, una especie de
afectuosa despedida, como un Polonio a Laertes. Es más que una verdad que tú
has influido intelectualmente en mí infinitamente más que cualquier otra
persona, y por eso te amo, y siento endurecerse mis músculos.
'Il
poeta e un' artiere’
Che
al mestiere
Fece
i muscoli d'acciaio .'
Sí,
mi Virginia muy querida, estaba en una encrucijada en el momento justo en que
te conocí. ¿A ti te gustaría que yo escribiera bien, o no? Y yo detesto
escribir mal –y haber escrito tan mal en el pasado. Pero ahora, al igual que la Reina Victoria seré
buena. ¡Diablos! Desearía que estuvieras aquí –el grupo de potros da brincos
con ímpetu. Envíame cualquiera de tus papeles y envía “Sobre la lectura”.
Por favor. Espero que mis cartas te lleguen rápido y pronto. Dime si escribo
demasiado a menudo, te amo.
V.
De
Virginia a Vita, miércoles 2 de Febrero.
No
hubo carta tuya ni hoy ni ayer. Me desperté muy melancólica en medio de la
noche. Se está yendo el efecto de mi narcótico. ¿Por qué se ríe de mí la
gente?, pregunto. Sabes, es una gran cosa ser un eunuco, como yo; quiero decir,
no saber cuál es el derecho o revés de una falda, eso hace que las mujeres
confíen en mí. Aquí en mi cueva, veo las cosas cuya luz vosotras, criaturas
resplandecientes, ocultáis tras vuestra luz.
No,
no tengo un resfriado pero estar aquí escribiéndote en medio de todo este
desorden, es como tener uno. Hasta el momento no he podido abrir un libro sin ser
interrumpida. Y luego tú no estás… Me encuentro a merced de la gente, sola.
Como un objetivo lamentable, incapaz de expresar sus necesidades. Cómo me has
desmoralizado. En cierta época yo era una mujer vigorosa, pero ahora todo me
resulta frágil y laborioso mientras pierdo el tiempo levantando la tapa de mi
cerebro para ver si hay allí un pez flotando, un nuevo libro. No, por el
momento no hay nada.
De
Virginia a Vita. 6 de Marzo de 1927
Este
año me pareces más inalcanzable, empolvada, con las piernas más blancas, más
galante y aventurera que nunca. Me echo en la cama e invento historias sobre
ti. Envíame un montón de hechos: ya sabes cómo los amo… He tenido una semana
aburrida. Ninguna fiesta salvo una, ofrecida por L. para seducirme y obligarme
a gustar de un rosado muchacho suyo –uno nuevo, claro- pero fue inútil, estos
sodomitas siempre están medio dormidos y resultan fatigosos. ¿Es que agotan su
encanto en narices y cosas así?
Han
surgido dos mujeres extrañas: una de ellas es una mala cantante, que me pide
vaya a verla en la cama ¿lo haré? La otra ¡qué importa! Yo quiero a Vita;
quiero al insecto, al crepúsculo. Dejo ésta abierta a la espera de las tuyas.
Ninguna. Ahora debo terminar esta carta. Y no he dicho mucho de nada ni te he
dado una idea de las altísimas y aterradoras olas y los profundos pozos
infernales a los que asciendo y desciendo en pocos días. Como todos. Subimos y
bajamos violenta, incesantemente, y me siento algo avergonzada, ahora que trato
de escribirlo, de ver qué minúsculo egoísmo hay en el fondo de todo eso, por lo
menos en mi caso: que no puedo escribir mi novela, que debo salir a tomar el
té, que tendría que comprar un sombrero. Ah, pero también está Vita. Quererla
no es un egoísmo minúsculo.
¿Sabes
que esta mañana sufrí un verdadero golpe de decepción? Estaba segura de que
tendría una carta tuya, la abrí, y en su lugar encontré la carta de una mujer
que hace diez años se sentó frente a mí en un ómnibus azul y que ahora quiere
venir a hacer un busto mío. Pero la adulación implícita me enfadó tanto, que
otra vez estuve maldiciendo: no hay intimidad, siempre hay gente que viene y no
hay carta tuya. ¿Por qué no? Sólo una nota y un gemido salvaje y melancólico a
lo lejos.Y tampoco ninguna fotografía.
Adiós,
queridísima criatura lanuda.
Es
increíble lo esencial que te has vuelto para mí… Maldita seas, criatura mimada.
No conseguiré que me ames más traicionándome así.
Reflexiones
de Virginia Woolf en su diario, en esa misma fecha:
“Estas lesbianas estiman a las mujeres. Con
ellas, la amistad siempre queda teñida de pasión y de deseo. Me gusta Vita y me
gusta estar con ella y su esplendor, me gusta su caminar a grandes pasos con
sus largas piernas que parecen hayas, una Vita rutilante, rosada, abundosa como
un racimo, con perlas por todos lados. ¿Qué efecto me produce todo eso? Muy
ambiguo. Veo una Vita florida, madura, con su abundante pecho: sí, como un gran
velero con las velas desplegadas, navegando, mientras que yo me alejo de la
costa. Quiero decir que tiene mundo, que sabe estar… en una palabra: ella es (y
yo no lo he sido nunca) una mujer de verdad. Mentalmente no tiene mi
clarividencia, pero bien, ella se da cuenta de todo y me prodiga esta
protección maternal que, por los motivos que sea, es lo que más he deseado
siempre, de quien fuese. Vita, a su manera, me da aquello que me dan Leonard y
Nessa, mi hermana...”
Londres.
De Virginia a Vita, de octubre de 1927
Voy
a ir al funeral a ver qué hacen con los cuerpos de los ateos. ¡Qué divertido!
¡Cómo adoro las ceremonias y las extrañas colocaciones (¿es correcto eso?) de
la especie humana! Estoy segura de que te habrás ido con otra el próximo jueves
(tú misma lo dices, mala, al final de tu última carta, donde la víbora deja su
mordedura); como nuestra relación está teñida por la melancolía, tal vez ganamos
en intensidad lo que perdemos en las sobrias y confortables virtudes de una
amistad prolongada y segura y respetable y casta y fría.
Escribo a gran velocidad. Empiezo por tercera vez una frase. La verdad es que
estoy tan inmersa en Orlando que no puedo pensar en nada más. Ha
desplazado al romance, la psicología y todo el resto de aquel libro odioso.
Mañana comienzo el capítulo que describe el encuentro entre Violet y tú. Es
necesario repasarlo bien todo. Dame alguna pista del tipo de peleas que tenían.
Y también, ¿por qué cualidad específica te eligió ella?…
Será un libro pequeño, como mucho unas 30.000 mil palabras, y tal como voy,
escribiendo febrilmente (sólo pienso en ti durante el día, en diferentes
disfraces, y en Violet, el hielo, y Elizabeth y George III) lo habré terminado
para navidad.
Orlando será un libro, con dibujos y uno o dos mapas. Lo escribo por la
noche en la cama, mientras camino por la calle, en todas partes. Quiero verte a
la luz de las lámparas, con tus esmeradas. En realidad creo que nunca he
deseado tanto verte, sólo para sentarme y mirarte y hacerte hablar y después,
rápida y secretamente, corregir ciertos puntos. Ahora vamos a tus dientes y tu
temperamento. ¿Es verdad que rechinas los dientes por las noches? ¿Es verdad
que te gusta causar dolor?.
Esto está escrito a 500 palabras por minuto con Leonard mirándome con
suspicacia desde el sofá, Pinker roncando y Nelly arriba, escuchando fox-trots
en el gramófono. ¡Cómo me intranquilizas!. Este lugar está embrujado. Visto
contigo es adorable; visto con Leonard es absolutamente detestable. Dime cuándo
vendrás y por cuánto tiempo. Si te has entregado a Campbell, no tendré nada más
que ver contigo y así quedará escrito, claramente, en Orlando para que
todos puedan verlo.
Por favor dime si vendrás y cuándo, porque ya me siento bastante acosada por
actrices en decadencia, y funcionarios públicos.
Queridísima
señora Nicholson, buenas noches.
De Vita a Virginia.
“Mi
querida:
Esperaba despertarme menos deprimida esta mañana, pero no fue así. Me fui a la
cama anoche tan oscura en pensamientos como el fango. La tremenda monotonía de
Westfalia lo hace aún peor: ciudades de fábricas, montones de escoria, país
plano, y algunos remiendos de nieve sucia. Y tú vas a lo de los Webbs. Bien,
bien... ¿Por qué no estás aquí conmigo? ¿Oh, por qué? Te deseo terriblemente.
La única cosa que me causa algún placer es Leigh.
Se ha comprado una especie de capa hecha de piel de oveja con la que se hace a
la idea de que es un pastor húngaro, pero unos anteojos con bordes de astas, y
unos bombachos un tanto llamativos destruyen el efecto. Dottie por otro lado se
ha aparecido con un largísimo gabardo de piel que le llega hasta los tobillos,
tan apretado como para hacerla aparecer rolliza, y con el que luce como una
gran duque prusiano. Estamos todos un tanto malhumorados y tenemos trifulcas
por los equipajes. Deseo más que nunca viajar contigo. Me parece que eso es la
cumbre de todos mis deseos. Y me desespero pensando como puedo hacerlo
realidad. ¿Puede ser posible, qué piensas? Oh mi encantadora Virginia, te
extraño terriblemente. Y cualquier cosa que la gente hable o diga me suena
aburrido y estúpido. Cada vez deseo más y más que no viajes a América; estoy
segura de que sería demasiado agotador para ti, de todos modos creo además que
no te agradaría. ¿Vendrías a Beirut en cambio?
Así que vagamos a través de Alemania, y es realmente aburrido. ¿Realmente habré
perdido mi entusiasmo por viajar? No, no es eso, es simplemente que deseo estar
contigo y con nadie más. Pero te vas a aburrir si sigo diciendo cosas como esas
–sólo que vuelven y vuelven una y otra vez hasta que brotan de mi lápiz. ¿Te
das cuenta que debo esperar quince días hasta que nuevamente sepa algo de ti?
Pobre de mí. No había pensado en eso antes de dejarte, pero ahora es una carga
enorme, y horrible. ¿Qué no te podría ocurrir en el transcurso de una quincena?
Podrías enfermarte, enamorarte. ¡Sólo Dios lo sabe!.
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