«El juego misterioso que va del amor a un cuerpo al amor de una persona me ha parecido lo suficientemente hermoso como para consagrarle parte de mi vida...En el caso de la mayoría de los seres, los contactos más
ligeros y superficiales bastan para contentar nuestro deseo, y aún para
hartarlo… pero si un solo ser, en vez de inspirarnos irritación, placer o
hastío, nos hostiga como una música y nos atormenta como un problema; si pasa
de la periferia de nuestro universo a su centro, llegando a sernos más
indispensable que nuestro propio ser, entonces tiene lugar el asombroso
prodigio en el que veo, más que un simple juego de la carne, una invasión de la
carne por el espíritu...»
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...El juego misterioso que va del
amor a un cuerpo al amor de una persona me ha parecido lo bastatante hermoso
como para consagrarle parte de mi vida. Las palabras engañan, puesto que la
palabra placer abarca realidades contradictorias, comporta a la vez las
nociones de tibieza, dulzura, intimidad de los cuerpos, y las de violencia,
agonía y grito. La extraña frasecita de Posidonio sobre el frote de dos prcelas
de carne -que te he visto copiar en tu cuaderno escolar como un niño aplicado-
no define el fenómeno del amor, así como la cuerda rozada por el dedo no
explica el milagro infinito de los sonidos. Esa frase no insulta a la
voluptuosidad sino a la carne misma, ese instrumento de músculos, sangre y
epidermis, esa nube roja cuyo relámpago es el alma.
Reconozco que la razón se
confunde frente al prodigio del amor, frente a esa extraña obsesión por la cual
la carne, que tan poco nos preocupa cuando compone nuestro propio cuerpo, y que
sólo nos mueve a lavarla, a alimentarla y, llegado el caso, a evitar que sufra,
puede llegar a inspirarnos un deseo tan apasionado de caricias, simplemente
porque está animada por una individualidad diferente a la nuestra (...). Aquí
la lógica humana se queda corta, como en las revelaciones de los misterios. Y
no se ha engañado la tradición popular que siempre vio en el amor una forma de
iniciación, uno de los puntos de contacto de lo secreto y lo sagrado. (...) Al
igual que la danza de las ménades o el delirio de los coribantes, nuestro amor
nos arrastra a un universo diferente, donde en otros momentos nos está vedado
penetrar, y donde cesamos de orientarnos tan pronto el ardor se apaga o el goce
se disuelve. Clavado en el cuerpo querido como un crucificado a su cruz, he
aprendido algunos secretos de la vida que se embotan ya en mi recuerdo,
sometido a la misma ley que quiere que el convaleciente, una vez curado, cese
de reconocerse en las misteriosas verdades de su mal, que el prisionero
liberado olvide la torutura, o el vencedor ya sobrio la gloria.
He soñado a veces con elaborar un
sistema de conocimiento humano basado en lo erótico, una teoría del contacto en
la cual el misterio y la dignidad del prójimo consistirían precisamente en
ofrecer al Yo el punto de apoyo de ese otro mundo. En una filosofía semejante,
la voluptuosidad sería una forma más completa, pero también más especializada,
de ese acercamiento al Otro, una técnica al servicio del conocimiento de
aquello que no es uno mismo. Aun en los encuentros menos sensuales, la emoción
nace o se alcanza por el contacto: la mano un tanto repugnante de esa vieja que
me presenta un petitorio, la frente húmeda de mi padre agonizante, la llaga de
un herido que curamos (...)
En el caso de la mayoría de los
seres, los contactos más ligeros y superficiales bastan para contentar nuestro
deseo, y aún para hartarlo. Si insisten, multiplicándose en torno de una
criatura única hasta envolverla por entero; si cada parcela de un cuerpo se
llena para nosotros de tantas significaciones tastornadoras como los rastos de
un rostro; si un solo ser, en vez de inspirarnos irritación, placer o hastío,
nos hostiga como una música y nos atormenta como un problema; si pasa de la
periferia de nuestro universo a su centro, llegando a sernos más indispensable
que nuestro propio ser, entonces tiene lugar el asombroso prodigio en el que
veo, más que un simple juego de la carne, una invasión de la carne por el
espíritu...
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Carta recogida de las Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar,
traducidas por Julio Cortázar y editadas en Barcelona por Ediciones Orbis, en
el año 1988. Acompañamos esta epístola con una evocación de la figura del joven
Antinoo ensayada por el pintor toledano José
Antonio García Villarubia, por fotografías de la autora en su
niñez y en los tiempos en que se ocupaba en su escritura, y con la delicadísima
reproducción de sus manos ancianas corriendo sobre el papel voluptuosamente
sobrio de su vida.
Ella inspiró este proyecto dedicado a la literatura epistolar.
Ella inspiró este proyecto dedicado a la literatura epistolar.
A ella nuestro homenaje.
Y mi agradecimiento.
Y mi agradecimiento.
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Neus Aguado, "Intimidad de la fiebre” Col. «La piedra que habla» Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed. Tarancón de Cuenca, 2005
PVP 10 euros.
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El Toro de Barro |
lo epistolar desvela un margen de secreta intimidad y rumorosa confidencia... una carta maravillosa, especialmente en su último párrafo
ResponderEliminarun abrazo
Querido mío,amado mío:
ResponderEliminarEl amor es sabio, más de lo que en muchas ocasiones se percibe. . . en éste momento, tranquilamente mientrás llevas de la mano a nuestro pequeño, entré por la puerta principal de tus cartas. . .leo con atención, con amor, y con deleite, a sabiendas que entro casi a hurtadillas, de manera "fortuita" -sigue fascinándome esa palabra y no sé porqué- a tu espacio epístolar en donde te suelo encontrar, en cada línea, frase, palabra, y eres tú, con esa delicada sensibilidad. . .Gracias por compartir y dejar pequeñas señales, como en un juego de niños. . .Tú las dejas. . .yo las encuentro. . .Te amo.
Tuya
Aira
Yourcenar es una de mi favoritas...similitudes me atraen irremediablemente ella siempre.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Bikos muchos Carlos.
Las Memorias... de Marguerite Yourcenar, traducida por mi querido Julio, que más puedo pedir?
ResponderEliminar"...el asombroso prodigio en el que veo, más que un simple juego de la carne, una invasión de la carne por el espíritu..."
Maravilloso, verdad Carlos?
Besos para tí
REM
Otra maravilla que nos dejas en esta entrada. Hermosa carta de Adriano a Marco. Gracias por traerla y dejar que disfrutemos de ella.
ResponderEliminarMemorias de Adriano, me lo regaló un buen amigo y disfruté con su lectura, tanto que algunos de sus capítulos releo algunas veces.
Un beso.
Lucía.
Siempre me resulta un tanto violento leer las cartas ajenas, las que se pueden leer. Me da placer porque suelen ser bellas y un pocoo de rubor el penetrar en algo que no me pertenece. En este espacio me suele suceder siempre, en las cartas, en los comentarios...
ResponderEliminarSuelo entrar varias veces antes de comentar..
Es precioso este sitio, tiene magia...
Como bien te dije Yourcenar tiene une identidad única; junto a Simone de Beauvoir son las escritores francesas que más me han impactado...Que decir entonces mas que gracias, de nuevo, por esta entrada....
ResponderEliminarUn abrazo Carlos
así que ese es el secreto para sacar un alma de su escondite.
ResponderEliminar"El cuerpo humano es el carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos los caballos."
(Platón)
Si hay algo que me parece especialmente bello en esta carta es su magistral "contención" . La pluma se desliza lenta y sinuosa describiendo con precisión los sutiles matices de una emoción ambigua como pocas: Cuando hay amor, la carne no harta, dice Adriano; no es más que ocasión para el encuentro de dos seres que siempre están más allá de la caricia y nunca dejan de desearse.... Los grandes amantes saben que no hay nada más triste que una carne anónima.
ResponderEliminarEs la carta de una maestra. ¡Grande, Youcenar!
Cómo entró Margarita en el corazón de Adriano, con qué delicada sobriedad nos lo presenta en esta carta a Marco como un hombre meditativo, que se pregunta ante sus sensaciones, enamorado ya sin remedio del bellísimo bitinio.
ResponderEliminarGracias, Carlos, me ha encantado releerla de tu mano, con la sensibilidad de este artista que ha trazado los rizos y el rostro de Antinoo.
Un abrazo.
Tan selecto es todo en estos rincones, donde la calidad abunda tanto que ya no sorprende.
ResponderEliminarSelecto es cada uno de los comentarios que responden a filtraciones de luz en muchas direcciones.
Hay párrafos realmente hermosos y trascendentes, destaco algunos:
«Clavado en el cuerpo querido como un crucificado a su cruz....»
«...que el prisionero liberado olvide la tortura, o el vencedor ya sobrio la gloria....»
«...nuestro amor nos arrastra a un universo diferente, donde en otros momentos nos está vedado penetrar....»
«Aun en los encuentros menos sensuales, la emoción nace o se alcanza por el contacto....»
«...entonces tiene lugar el asombroso prodigio en el que veo, más que un simple juego de la carne, una invasión de la carne por el espíritu...»
Algunos conceptos me transportaron a aquellos de Anam Cara, en él es el alma la que envuelve al cuerpo y por ende, todo empieza y culmina en el encuentro de las almas.
Tengo en mi mesilla de noche, desde hace muchos años, Memorias de Adriano. Hay algo en este libro que de vez en cuando me llama y lo abro. Lo releo muchas veces, y siempre me emociona su lectura.
ResponderEliminaratosaorin.blogspot.com
Querido amigo,
ResponderEliminargracias por tus palabras, tan cálidas como siempre, las atesoro y guardo con mucho cariño.
Un gran abrazo y lo mejor para vos.
REM
Una carta preciosa y que me ha encantado....efectivamente si no se puede uno pasar de esa persona que se convierte en el centro del mundo, imagino, sería como una obsesión de la cual se depende y el espíritu es el que rige y manda...y ya no ni el cuerpo ni la voluntad. Se le llamaría a éste fenómeno una posesión del alma sobre el cuerpo? Sería el caso de Santa Teresa...que no conozco demasiado...pero puede ésto existir sin contacto previo, es decir de cuerpo a cuerpo? Me gusta mucho lo que escribe Marguerite Yourcenar
ResponderEliminarBueno, Anuck, el Adriano de la Yourcenar entiende efectivamente el amor como un "asombroso prodigio" derivado de "la invasión de la carne por el espíritu", como "una forma de iniciación” que nos pone en contacto con lo secreto y lo sagrado. Puede entenderse –y en ello tu pregunta arrastra mucha razón– como una "posesión", pero no en el sentido que le da la mística teresiana a esa palabra, por cuanto la “emoción” amorosa nace de un contacto previo y físico entre uno mismo y alguien que se nos aparece “como una música y nos atormenta como un problema” hasta pasar de “nuestra periferia a nuestro centro” y conducirnos al esplendor y a la gloria de un misterio infinito. Creo que la naturaleza de esta reflexión que la Yourcenar pone en la boca de su Adriano lo acerca mucho a la búsqueda de sentido del hombre contemporáneo, harto de la materialidad que se agota en sí misma y que nada tiene que ver con el romanticismo. Yo, al menos, he sentido de modo muy similar la experiencia amorosa…
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