sábado, 9 de febrero de 2013

Carta desde Stalingrado de un soldado alemán a su padre






" En Estalingrado, cuestionarse a Dios significa renunciar a Él (...) Y si después de todo hubiera un Dios, sólo estaría con usted, en los libros de himnos y oraciones, en los consejos piadosos de sacerdotes y pastores, en el tañer de las campanas y en el olor a incienso. Pero no en Estalingrado..."




En Estalingrado, cuestionarse a Dios significa renunciar a Él. 



  Querido padre, debo decírselo, y estoy doblemente arrepentido por ello. Usted me sacó adelante, no tuve madre, y siempre mantuvo a Dios ante mis ojos y mi corazón. Y yo reitero doblemente mis palabras, pues van a ser las últimas. Después de ellas no voy a poder pronunciar otras que puedan remediarlas o disculparlas. Usted es sacerdote, padre. En la última carta que uno escribe, únicamente dice la verdad o lo que cree que es la verdad...
   He buscado a Dios en cada crater de obús, en cada casa destruida, en cada esquina, entre mis camaradas cuando estoy en mi trinchera, y en el cielo. Dios no se mostró cuando mi corazón le gritaba. Las casas fueron destruidas. Mis camaradas fueron tan valientes o cobardes como yo. La ira y el asesinato estaban en la tierra. Bombas y fuego caían del cielo. Pero Dios no estaba ahí...
   No, padre, Dios no existe. Se lo escribo otra vez, y sé que es terrible, y que no puedo remediarlo. Y si después de todo hubiera un Dios, sólo estaría con usted, en los libros de himnos y oraciones, en los consejos piadosos de sacerdotes y pastores, en el tañir de las campanas y en el olor a incienso. Pero no en Estalingrado...




Descorriendo los visillos de esta vetana del color de la tierra mojada
encontrarás 






 

Muchos soldados alemanes escribieron cartas a sus familiares y amigos durante el largo y trágico asedio de Stalingrado, en las que relataban las condiciones dantescas en las que vivían y su premonición de una muerte cercana. Cuando el último avión despegó de la ciudad en enero de 1943, llevaba siete enormes sacas de cartas que nunca fueron entregadas, porque rezumaban desmoralización y críticas al Reich. Todas ellas aparecieron después, en 1954, y fueron publicadas en 1958 por Einaudi en el volumen Cartas desde StalingradoVolvió a hacerse otra edición en 1963, Las últimas cartas de Stalingrado, a cargo de la editorial Destino. Las cartas que editamos lo fueron previamente en el blog Cartas desde el frenteY las hemos ilustrado con Imágenes de la segunda guerra mundial.


















8 comentarios:

  1. Sin duda alguna, hay momentos en la vida en que uno se pregunta, Dios...dónde estás?
    Totalmente comprensible la carta del soldado a su padre.
    Serenas pero desgarradoras sus letras..

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  2. Esta carta es una forma de buscarlo, como las lamentaciones de Job, como los ojos levantados al cielo en los campos de concentración y como aquél grito en la Cruz:
    Elohi, Elohi, lĕma' šĕbaqtani...
    Dios mío, Dios mío ¿por que me has abandonado?

    O en el Salmo 22:
    22:2 Dios mío, Dios mío,
    ¿por qué me has abandonado?
    ¿Por qué estás lejos
    de mi clamor y mis gemidos?
    22:3 Te invoco de día, y no respondes,
    de noche, y no encuentro descanso;

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  3. Estremecedor. En Estalingrado no estaba ningún Dios. Tan sólo había sangre y hedor a sangre. Lo sé porque yo estaba naciendo entonces y me ha quedado indeleble e irritante en el alma aquel apestoso olor y no he logrado quitarlo. Lástima que el ser humano aprenda siempre todo demasiado tarde.

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  4. Ser humano es acogernos, no extermirnarnos.Somos nosotros quienes elegimos: caridad o egoismo.

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  5. Me ha venido a la memória el libro de Eric Maria Remarque "Sin novedad en el frente" tan real, ta duro de leer también.

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  6. Sólo unos pocos aprenden, Jose Antonio, insuficientes siempre...

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  7. lo que dice el soldado alemaán me resulta sobrecogedor...

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  8. Esta carta es muy buena. Tiene los ojos abiertos y refleja la realidad, "caiga quien caiga".

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