Para ganar la luz, hay que preparar la intrepidez aunque la inexperiencia nos haga trampas. Pero para mantener la luz y la paz, debemos merecerla. Bajar los brazos es como decir Adiós, o “me rindo”...
París. Sábado 29 de junio-85
Querida
Mamá*
Hoy amagó, desde temprano, la mayoría del tiempo. Es posible que antes
de viajar pueda yo verle el rostro a unos días del verano. Hasta ahora,
humedad, ausencia de calor.
El jueves pasé unas horas gratas en casa de Daniel** y Annuck, y por
supuesto, la “reina” Trilse. Está hermosa, con casi cuatro años y medio, habla dos idiomas
muy claros y me recibió vestida de Zorro, con el correspondiente antifaz y el
sombrerito andaluz. Comimos asado, sin sal y ensalada y fresas. Daniel va el 25 a Colombia, pero ya sabemos
que sus tareas son la Paz
y la Solidaridad. Parece
que habrá un gran festival de ese tipo en Bogotá. Lo mío, es otra cosa, y,
claro, se hace difícil. No obstante, pienso que allá se podrá trabajar. Todo es
cuestión de decidirse. Hace 40 años tampoco era fácil, y el mundo sufría el
tormento de una guerra despiadada. Éramos jóvenes entonces, es verdad, y más
aguerridos en eso de andar a la aventura. Hoy tenemos más experiencia, pero
menos caminos. Las cosas se nos
presentan como limitadas y problemáticas. Pienso que somos nosotros -en cierto
modo-los que inventamos las murallas y
las fronteras. Nos hemos limitado a existir, sin el desvelo ni la
intrepidez, como si hubiéramos jubilado la alegría de caminar cantando. Si no
hay seguridad, nos escondemos como el caracol o el quirquincho.
Yo miro un poco mi vida y mis guitarras y de a ratos creo que estoy contemplando el fantasma de un duende que signaba mi vida, y que me ha abandonado llevándose mis sueños y mis revelaciones.
Yo miro un poco mi vida y mis guitarras y de a ratos creo que estoy contemplando el fantasma de un duende que signaba mi vida, y que me ha abandonado llevándose mis sueños y mis revelaciones.
Sé que estoy enfrentando a la irremediable vejez, sin haberme preparado
para asumirla. Estoy anciano, espiritualmente meditativo y sin condiciones para
asumir la derrota. Todo lo que canto, todo lo que toco, y hablo y cuento, es
oficio de la memoria, no es impulso del corazón ni del sueño.
Es lógico, entonces, que algunos pichones - aún desconocidos- estén
condicionando su vida para un salto con alegría y anhelos de buenos tiempos.
Para ganar la luz, hay que preparar la intrepidez aunque la inexperiencia nos
haga trampas. Pero para mantener la luz y la paz, debemos merecerla. Bajar los
brazos es como decir Adiós, o “me rindo”.
La inseguridad del trabajo en mi Patria hace que no me desprenda del
departamento de París. La
Argentina no es ahora un mercado abierto y entregado a la
tradición de sus paisajes, como no sea cayendo en un chauvinismo desolador y
peligroso. Pululan los chantas incrustados en el juego del arte musical, o el
teatro, o la TV y
los genios de la radio. Y no se debe, creo, caer en las redes no bien tendidas
de las Comisiones de Cultura que parecieron monopolizar la actividad del
espíritu creador en las provincias, así como en la Capital , amén de aspirar a
exportar Cultura a Europa y Norte América, en aventuras casi desdichadas.
Desdichadas para la economía de la
Nación.
Madre, si todo es así, o nos vamos muy lejos, a una isla olvidada o nos
metemos al monte en nuestros pagos, sin que nadie sepa más sobre nosotros ni
nuestro destino. Creo que después de 60 años de luchar aprendiendo y
reflejando, tenemos el santo derecho de callar bajo los algarrobos hasta que
entendamos – si nos preparamos para oírlo- el mensaje de Dios, y aquello que no nos dijeron los abuelos.
Por lo pronto, a conservar los 10 centavos de salud que nos restan, a
leer, y pensar que debemos llevar nuestra lámpara lejos.
Mamá. En dos semanas estoy en casa.
Te bendigo, te abrazo.
Hasta mañana.
Tata
* Aunque a veces le llama "madre", el autor se refiere a su esposa Nanette.
**Daniel Viglietti es un folklorista uruguayo, amigo de Yupanqui, que sufrió persecución y censura en su país por sus ideas políticas. Estuvo exiliado en Europa durante muchos años. Annuck, es su mujer y Trilse, su hija)
***
Atahualpa Yupanqui, Cartas a Nenette, compiladas por Víctor Pintos, Editorial Sudamericana.
(Debemos el conocimiento de esta carta al poeta argentino
Héctor Berenguer,
al que agradecemos profundamente su atención)
Héctor Berenguer,
al que agradecemos profundamente su atención)
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