Berna Wang
"Pienso que, mientras tú duermes, alguien debe vigilar para
que las pesadillas no te toquen. Alguien debe tener la luz encendida y
quererte. Aunque sea armada tan sólo del tercer vaso de ron con hielo y el
enésimo cigarrillo. Cabalgando sobre la música de Wonderful. Aunque sea
sin escudo... Vestida únicamente con una camiseta de seda azul. Y una sonrisa.
A través de la larga noche.
. Estoy llorando, mi amor, y es de ternura…."
Son
las cinco y diez de la madrugada, está a punto de pasar el primer autobús;
entra una brisa fresca por la ventana del estudio que me araña los hombros. Y
suena Gershwin, bajito y dulce: I want to stay here.
Se está acabando el paquete de cigarrillos que abrí
mientras hablaba contigo por teléfono esta noche.
He visto en la televisión dos películas estupendas seguidas (La mujer del
teniente francés y Manhattan), me he tomado dos vasos largos de Havanna Club
con mucho hielo. La vela de jazmín que he encendido hace unas horas se ha
consumido hace un rato.
De alguna
manera (es absurdo, ya lo sé), estoy de guardia. Sosteniendo este extremo del
universo para que no caiga sobre ti.
Un extremo donde suena la música (muy bajito), la
madrugada de verano es hermosa y fresca, y la luz, suave. Donde el alcohol no
hace daño y las sonrisas son dulces.
Ya sé que es absurdo, pero pienso que mientras esté
aquí, despierta, no se desbaratará el cielo y la tierra seguirá girando bajo
las estrellas con una cadencia perfecta.
Roberto Ferri |
Pienso que, mientras tú duermes, alguien debe vigilar para que las pesadillas
no te toquen. Alguien debe tener la luz encendida y quererte. Aunque sea armada
tan sólo del tercer vaso de ron con hielo y el enésimo cigarrillo. Cabalgando
sobre la música de Wonderful. Aunque sea sin escudo... Vestida únicamente con
una camiseta de seda azul. Y una sonrisa. A través de la larga noche.
Es absurdo, lo sé de sobra. Un clarinete no puede
hacer nada frente a una tormenta de negrura y culpa, mi sonrisa no es nada si
en este momento te giras en la cama y murmuras tu pesar entre sueños; Gershwin
murió hace tiempo y además, con la música puesta, no oiré siquiera el autobús.
Y si no oigo el autobús, puede que no amanezca nunca.
Y aun así, aquí estoy, sujetando mi extremo del universo, como si éste fuera,
en lugar del caos, un arco geométricamente perfecto que pudieran sostener a
pulso mis brazos desnudos. Al mismo tiempo que un cigarrillo y un vaso de ron.
Absurdo, realmente.
They can't take that away
from me.
Un arco iris en medio de la lluvia, o unos labios
curvados en una sonrisa. El arco de un violín. Un puente y, debajo, un río; o
la luna en cuarto creciente y tú dormido en ella.
No veo la luna desde aquí y el eclipse parcial de Torre Picasso tras el
edificio Windsor está ya (o aún) a oscuras. Ahora suena The man I love y es tan
dulce el clarinete... Y el piano suena tan ligero como siento yo el corazón
mientras estoy aquí, imaginándote a salvo.
Qué absurdo. ¿Cómo ponerte a salvo con un violín
que preludia en la madrugada Someone to watch over me?
Roberto Ferri |
Tan absurdo como sacarte a bailar. Bueno: estás
dormido. No puedes negarte. Te pregunto sin hablar: «¿Bailas?». Y tú sonríes, y
te tomo de la mano, apoyo la otra en tu hombro y giramos, cerca, muy cerca,
mientras el clarinete se eleva y amanece sobre Madrid. Y el autobús pasa por
fin, trayendo el día, frena con estrépito en la esquina, mete la primera y
prosigue su ruta calle abajo. Tu barba me roza la frente cuando la música se
amansa y el piano retoma la melodía, acompañado de los violines. Y bailamos,
despacio, sin prisas. Tú, soñando, y yo, despierta.
Escucha...
No pienses: sólo escucha.
Dentro de un rato despertarás y no recordarás nada.
Se apagarán las luces del edificio Windsor bajo el empuje de la luz del sol (el
amanecer es ya una certeza, una franja ancha donde antes había una línea de
claridad). Y entonces yo me iré a dormir. Comenzará un nuevo día lleno de
ruidos, el mundo volverá a ser un caos sostenido sobre pilares lógicos y
razonables en lugar de un arco sujetado, en este extremo, por mi sonrisa.
Huele bien la mañana recién hecha. Y la brisa
es dulce sobre mis hombros. Es hermoso ver cómo es el mundo instantes antes de
que sea real, con un trozo de hielo que se derrite con sabor a ron en la boca,
mientras oigo que el reloj del vecino da las seis.
Pasa el segundo autobús, y se acaba el disco: otra versión de Someone to watch
over me. Un portero guarda los cubos de basura haciéndolos rodar con desgana.
La calle se despereza. Pasa un coche. Alguien sube una persiana. Ahora suena
una moto. Y yo apuro el baile hasta que suene tu despertador y te despiertes y
te olvides de que bailamos esta canción, este amanecer imposible de tan suave.
Atsushi SUWA by Catherine La Rose |
Estoy llorando, mi amor, y es de ternura. Y,
seguramente, de ron. Pero son lágrimas dulces y porque me gusta cómo bailas y
siento una mano en mi cintura y la otra sosteniendo la mía mientras giramos al
mismo tiempo que la tierra. Al encuentro del día.
Pronto se acabará mi turno de guardia y el día
entero se pondrá en pie. Se ha disparado una alarma en la calle y su sonido se
superpone a las últimas notas de la canción. Voy a lavarme los dientes y a
quitarme las lentillas y la camiseta.
Y a ponerme el alma porque ya llega el día.
Nos cruzamos debajo del arco, tú camino del trabajo
y yo de la cama. Buenos días, mi amor.
De su libro
Pequeños accidentes caseros
Adama Ediciones, Madrid, 2004
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Carlos Morales, "Un rostro en el jardín"
Col. Cuadernos del Mediterráneo.
Ed. El Toro de Barro, Tarancón de Cuenca 2000.
edicioneseltorodebarro@yahoo.es |
El Toro de Barro |
2 comentarios:
"Quienes hemos pasado la noche en vela, con los ojos llenos de yesca, humedad y tinto; quienes nos hemos sorprendido colgados en el centro del amanecer y acariciando en silencio, y con cuidado infinito, la piel dormida del que amamos, o intentando protegerlo con desesperación de todo y sobre todo de la voracidad de ese oscuro animal que todos llevamos dentro..."
No hay mejor comentario que el que tú mismo dejas al pie de esta hermosísima carta, después de ensanchar sus letras y sus palabras infinitas.
Gracias Carlos, por seguir llenando de belleza nuestro espíritu y recuerdo cuando te pones el alma con la llegada del día.
Inmensa ternura de lágrimas dulces, alguien que está dispuesto a velar para ahuyentar las pesadillas de quien ama.
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