"aquella
vez en el pabellón de caridad, años atrás, una chica mejicana que cambiaba las
sábanas me dijo que se iba a acostar conmigo si yo mejoraba, e inmediatamente
empecé a sentirme bien. Bueno, la dama borracha que se bamboleaba contra mi
cama –mi esposa-, la enterré el último 22 de enero. Y nunca vi a mi chica
mejicana.
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A Jon Webb, 4 de Septiembre de 1962.
Con respecto a la
muerte de mi mujer el 22 de enero último, no hay mucho que decir, excepto que
yo ya no seré el mismo. Quizá intente escribir sobre eso, pero está todavía
demasiado cerca. Puede que siempre esté demasiado cerca. Pero aquella vez en el
pabellón de caridad, años atrás, una chica mejicana que cambiaba las sábanas me
dijo que se iba a acostar conmigo si yo mejoraba, e inmediatamente empecé a
sentirme bien.
Tenía una sola
visita: la mujer borracha de cara redonda y roja, una amante del pasado que a
veces se bamboleaba contra la cama, y se iba sin decir nada. Seis días después
yo estaba manejando un camión, levantando paquetes de 20 kilos y preguntándome
si la sangre vendría otra vez. Un par de días más tarde tomé el primer trago,
ése que dijeron me mataría. Una semana más tarde conseguí una máquina de
escribir y, después de una pausa de diez años y de haberle vendido mis cosas a
la revista "Story" y a otras, mis dedos se pusieron a construir un
poema. O mejor dicho, una charla de bar. Esa cosa que no es lírica, que no
canta. Los rechazos llegaron bastante pronto. Pero no me afectaron, porque yo
sentía que en cada línea estaba diciendo algo. No para ellos, sino para mí
mismo. Ahora puedo leer muy poca poesía o muy poco de cualquier otra
cosa.
Bueno, la dama
borracha que se bamboleaba contra mi cama, la enterré el último 22 de enero. Y
nunca vi a mi chica mejicana. Vi a otras, pero ella hubiera estado bien. Hoy
estoy solo, casi afuera de todas ellas: de los glúteos, los pechos, los
vestidos limpios como trapos nuevos en la cocina. No me tomes a mal -todavía
tengo 1,80 y 90 kilos de posibilidad, pero yo podía mejor con la que ya no
está.
Charles
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Sabas Martín, "La heredad” Col. «Novela»
Carlos Morales Ed., Ed. El Toro de Barro,
Tarancón de Cuenca, 2001.
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3 comentarios:
Leer esta carta me ha dejado triste. En ella mastico el desamparo de Bukowski, en unas líneas que no lloran de un modo directo, que intentan, incluso, hacer alguna que otra broma, pero el inmenso dolor de Bukowski es palpable.
Él era así: irreverente y dulce, provocador y niño.
Un abrazo, querido Carlos.
Más que una carta este escrito tiene la fuerza de un soliloquio, nadie mejor que uno mismo puede comprender lo que quiere decir el alma. (También aquellos que comprenden nuestra alma porque habitan dentro de ella)
Una carta tan desgarrada como el alma se arruga y se contrae después de haber sido visitado por la muerte y la soledad. Un recuerdo que siempre estará demasiado cerca, que causa una herida profunda: imposible recomponer la tela limpia y lavada que conformaba el alma. Imposible.
Parece que resuena el teclado de la máquina de escribir con ese dolor impregnado en los dedos.
Una carta llena de lírica, la lírica del dolor. Aí es, Bukowski.
De las que dejan una herida, querido Carlos. Besazos.
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