"han caído
algunos muros, se han levantado otros y yo sigo dándome contra la pared porque,
como escuché una vez, aún no he aprendido a derrapar..."
Elena, amiga
mía:
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Hace mucho que no te escribo, es verdad, pero siempre en la creencia de que
allí donde estés cualquier palabra va a tardar mucho en llegar, lo he ido
dejando.
¡Todo acabó de una manera tan brusca...! Lo recuerdo como si acabara de
ocurrir. Estaba yo traduciendo Cicerón (De Amicitia) pues al día
siguiente tenía el último ejercicio de la oposición. Sonó el teléfono; era tu
madre, desde su casa. Qué raro; la suponía contigo, pues acababas de dar a luz
a tu segundo hijo. Me dijo que te habías ido, para siempre. - No -le dije- te
tienes que estar equivocando. ¡Qué torpe es uno cuando le oprimen los
sentimientos! Insistí, incluso: "- Aurora, mañana, al salir de mi examen,
voy a ir a llevarle unos gladiolos" "No, querida, se los tendrás que
llevar al cementerio, pues mañana..." La interrumpí: "- Aurora, no
son para una fría lápida, son para mi amiga"...- No seguí escuchando;
sólo oía, como si tuviera la cabeza dentro del agua, palabras como
"negligencia médica", " ella te quería mucho..." No fui al
entierro. Han pasado 10 años.
Fuero de poblamiento de Palencia dado en 1181 Por el rey Sancho. |
Te podría contar que por aquí todo sigue igual; con distintos nombres,
propios y comunes, pero igual. En el Archivo de Palencia tus compañeros siguen
con sus códices y manuscritos, agazapados en la Edad Media, huyendo del
doloroso día a día de nuestra edad mediocre. Todos saben que nunca volverán a
tener una Directora como tú.
Sigo yendo a menudo a Israel aunque ya, desde tu posición privilegiada,
no me dirías: “Cuánto has tardado en volver, te echaba de menos”. Además
cualquier día, como esto siga así, me voy para allá, a refugiarme en las Cuevas
de Qumrán con la congregación de los esenios.
¿Sabes? He estado releyendo nuestro abundante intercambio epistolar y
compruebo que me sigo riendo por las mismas cosas, que muchos de mis anhelos se
han cumplido y resulta que algunos, una vez conseguidos, no eran para tanto. En
cambio, también me doy cuenta de que he dejado de ilusionarme de aquella manera
con los sueños; será la edad, que desaconseja dibujar castillos en el
aire.
Por cierto, cuando juego a imaginar cómo estarías ahora con cuarenta y
siete años, siempre me detengo en el mismo punto, qué música escucharía ahora
una melómana como tú. Supongo que allí, música celestial y poco más, ¿no?
¿Te acuerdas, Elena, cuando, después de estar un tiempo sin tratarnos,
como pasa a veces en cualquier amistad, nos llamamos para anunciarnos
atropelladamente una a la otra, que nos casábamos? Oh, destino travieso, amigas
desde la infancia y sin calcularlo nos casamos a unos días de diferencia. Aún
conservo con emoción el pañuelo de encaje que envolvía tu ramo. Ese trocito de
tela y el abrazo que nos dimos después, los guardo en mi cajón secreto de cosas
importantes.
Y qué más… que han caído algunos muros, que se han levantado otros y que
yo sigo dándome contra la pared porque, como escuché una vez, aún no he
aprendido a derrapar. Y mira que me lo advertías. Nadie como tú conoce los
recovecos de mi alma.
Todavía me estremezco cuando pienso en una llamada que hice a tu casa
para hablar un poquito con tu hijo Víctor; el otro era tan pequeñín que todavía
no sabía decir nada. Le dije que seguramente no recordaba quién era yo, pero
que le quería mucho y él, con la espontaneidad de sus cinco añitos, me contestó
que sí, que yo era “ la más mejor amiga de su mamá” y que tú le habías contado
muchas cosas de mí, "antes de irte al Cielo". A esa parte especial
reservada a las mamás, que nunca mueren del todo mientras tengan que cuidar a
sus hijos -pensé yo. Claro, a partir de ahí, a duras penas pude añadir nada. Me
limité a decirle que tenía un regalito para él. La verdad, entre nosotras, lo
hice sabiendo que esa frase nunca falla con los niños y despedirme así para
deshacer a solas el nudo de mi garganta. Eso sí, tiempo después, cuando le vi,
le di lo prometido, un pequeño telescopio. ¿Qué te parece? A él le hizo mucha
ilusión la idea de contemplar las estrellas.
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No te lo vas a creer, pero hace poco he vuelto a ver a antiguos
compañeros del colegio (“Wish you were here”). Ya sabes, siempre nos
quedará Port Bou. Uno de esos viajes que se hacen para no volver, al menos no
del todo. Allá, curiosamente cerca de la frontera, se quedó una parte de todos
nosotros, de aquellos colegiales que cantaban, reían, coqueteaban con el
amor…inmersos en esa alegría inconsciente que nunca volverá.
Ya sabes, Elenita, que tengo muchos, demasiados, seres queridos donde tú
estás. Así que, por favor, hazles llegar mil besos mil y la petición de que me
sigan cuidando. Ya sé que a menudo me echan un capote pero les necesito
tanto…Así como necesitaría oír tu bondadoso y siempre oportuno, “Nena, tú vales
mucho”, que tanta seguridad me daba.
Pues eso, Amiga, guárdame sitio como en el cole, cuando nos levantaban el
rígido orden alfabético. A poder ser, para dentro de mucho tiempo. No es por
falta de ganas de verte, es que tengo miedo a las Alturas.
Besines como los de tu tierra.
Sol
***
Sol Genafo Amselem
( Madrid, 1965) nació y creció en el seno de una familia judía sefardí,
contemplando los preceptos de la Torá. Estudió Filología Clásica en la
Universidad Complutense de Madrid y ejerció durante años, mientras la
enseñanza era transmitir y no vigilar, la docencia de Latín-Griego y
Lengua-Literatura.
Se
acerca a las Letras con sumo respeto siempre como lectora; lectora
insaciable sobre todo de clásicos pero también de contemporáneos.
Autora
de sus actos y responsable de sus consecuencias, sin embargo, no
ostenta ningún premio siendo su mayor satisfacción deleitarse con el
buen hacer de los demás (en literatura, danza, música...)
En la actualidad, ejerce de Correctora de Estilo y Agente literaria de importantes escritores.
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