Colección Felipe Sérvulo
14 de Diciembre de 1987
Lamberto:
Temía este momento. Sabía que iba a llegar y ha llegado. Mi padre estuvo en Dunkerque y mi abuelo cayó en Verdún. Por lo tanto, no son las situaciones difíciles las que pueden hacer vacilar a un miembro de la familia Finnegan. Antes que nada, le agradezco la foto. No imaginaba, a través de su pulido texto, que fuese usted un atleta. Me sorprendió el grosor de sus bíceps en el acto preciso de levantar esas enormes pesas. Y la vastedad de su tórax, como así también lo notorio de la transpiración, lo que me revela un país húmedo. Advertí, asimismo, que esa foto ha sido publicada en alguna revista especializada ya que, al dorso, puede leerse parte de una suerte de tabla de posiciones de algún campeonato, se me antoja de football, nuestro deporte por antonomasia.
Volviendo a lo que a usted lo inquieta, quiero pedirle dos cosas: primero, que tome esto que voy a decirle con serenidad y no cometa el disparate de tomar decisiones apresuradas. Segundo, que no use palabras que me obliguen a recurrir a cada momento al diccionario. Me insumió una barbaridad de tiempo hallar el significado de la palabra "capelina" que, en un primer momento, me sonó como algo muy grosero.
Le diré, Lamberto, tengo novio. Es una relación que data de mucho tiempo atrás, doce años, para ser mas exacta. En estos momentos estamos algo distanciados ya que Edwin, tal es su nombre, reside en Brisbane, Australia, desde donde ha jurado llamarme para vivir a su lado. Yo ya estoy dudando de que cumpla con su promesa porque, desde el primer año de relación, me viene prometiendo lo mismo. Es un hombre inteligente, educado, pero algo frío en el trato, al menos así se entrevé a través de sus cartas, ya que a él también lo conocí mediante un correo postal que publicara la revista "New Commonwealth", en Belfast, en el año 75. Parece ser buena persona bajo su redacción huraña. Al menos su letra es pareja y redonda, aunque sus cartas, en lo que respecta a prolijidad dejan bastante que desear; suelen venir manchadas de tabaco y con aureolas de alcohol. Su manejo de la sintaxis es pobre y, lo compruebo ahora comparando, su temática se reduce a la descripción de matanzas de hotentotes y a la utilización comercial del cuero de cocodrilo.
Lo advierto ahora, Lambert, cuando he decidido abrir mis fronteras y conocer nuevos mundos, nuevas sensaciones, experimentar el regocijo de contactar culturas diferentes.
Por otra parte, lo considero a usted algo más que un amigo, Lambert. Lo que ocurre es que no hallé en el diccionario una palabra que contuviera, sin caer en excesos, mis apetitos personales.
Annie.
Fuente: Roberto Fontanarosa
Otras Cartas
de ficción.
Otras Cartas
de Anne Finnegan,
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1 comentario:
Es una carta preciosa, encuentro en ella sentimientos profundos así como cierto temor a expresarlos.
La parte final es maravillosa.
"...Por otra parte, lo considero a usted algo más que un amigo, Lambert. Lo que ocurre es que no hallé en el diccionario una palabra que contuviera, sin caer en excesos, mis apetitos personales."
Un fuerte abrazo mi estimado Carlos, he sentido enorme placer al leer esta carta.
REM
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