miércoles, 10 de octubre de 2007

Stéphane Mallarmé a Henri Cazalis






«Lo que mi ser ha sufrido durante esta larga agonía es inenarrable, aunque, afortunadamente, estoy perfectamente muerto, y la región más impura a donde mi Espíritu podría aventurarse es la Eternidad»


Besanzón, viernes [martes] 14 de mayo de 1867.
Rue de Poithune, 36.


Querido y más querido:


Me aprovecho, para responderte, de la fascinante emoción que produjo en mi tu carta. Tienes razón, ¿qué podemos decirnos? Mientras que, si estuviéramos juntos, nos dejariamos llevar de la mano en interminables conversaciones, por un largo sendero de árboles que desembocaría en un surtidor de agua, por ahora el pavor de una hoja de papel blanco, que parece reclamar los versos por tanto tiempo soñados, y que no obtendrá más que unas cuantas líneas de una amistad que ha llegado a ser tan parte de uno mismo que la he olvidado, como al resto de mi, ¡me libra casi de un sacrilegio!
Acabo de superar un año pavoroso: mi Pensamiento se pensó a si mismo y arribó a una Concepción Pura. Lo que, por repercusión, mi ser ha sufrido, durante esta larga agonía, es inenarrable, aunque, afortunadamente, estoy perfectamente muerto, y la región más impura a donde mi Espíritu podría aventurarse es la Eternidad; mi Espíritu, ese solitario asiduo de su propia Pureza, a la que ni siquiera el reflejo del Tiempo oscurece. Desgraciadamente, llegué ahí a través de una horrible sensibilidad, y ya es tiempo de que la envuelva en una indiferencia exterior, que suplirá en mí la fuerza gastada. Actualmente me hallo, luego de una síntesis suprema, en esta lenta adquisición de fuerza -incapacitado como ves para distraerme. Cuánto más lo estaba, hace varios meses, inmerso en mi lucha terrible contra ese plumaje viejo y perverso, felizmente ya derribado, Dios. Mas como esta lucha se mantuvo sobre su ala huesuda que, en una agonía más vigorosa de lo que podría haber esperado de él, me arrojó a las Tinieblas caí, perdida e infinitamente victorioso -hasta que, por fin, un día me miré frente a mi espejo veneciano, tal como me había olvidado meses atrás.
Confieso, por lo demás, pero a ti solamente, que aún tengo necesidad, así de grandes han sido los deterioros de mi triunfo, de mirarme en ese espejo para pensar, y que si no estuviera colocado frente a la mesa en donde te escribo esta carta, yo me volvería a convertir en la Nada. Así te hago saber que soy actualmente impersonal, ya no más el Stéphane que tú conociste -sino una aptitud que posee el Universo Espiritual de contemplarse y desarrollarse, a través del que yo fui.
Frágil tal cual es mi aparición terrestre, sólo puedo padecer los desarrollos absolutamente necesarios para que el Universo reencuentre, en este yo, su identidad. De tal manera, a la hora de la Sintesis, acabo de delimitar la obra que será la imagen de ese desarrollo. Tres poemas en verso, cuya Obertura será Herodias, pero con una pureza que el hombre jamás ha alcanzado -y quizá jamás alcance, pues podría ser que yo no fuese más que el juguete de una ilusión, y que la máquina humana no sea lo suficientemente perfecta para llegar a semejantes resultados. Y cuatro poemas en prosa, sobre la concepción espiritual de la Nada. Me hacen falta diez años: ¿los tendré? Padezco en todo momento del pecho, no es que esté infectado, pero es de una delicadeza terrible, que el clima sombrío, húmedo y glacial de Besanzón cultiva en mi. Quiero mudarme de esta ciudad hacia el sur, a los Pirineos quizá, en las vacaciones, e irme a sepultar, hasta dar termino a mi Obra, en un Tarbes cualquiera, si hallo lugar. Esto es imprescindible, porque moriría de un invierno más en Besanzón. Por desgracia, no dispondré de dinero suficiente para ir a París, pues vivo muy miserablemente, aquí, donde todo es exageradamente caro, incluso las chuletas. Así que más valdría que me vinieses a visitar, o corremos el serio riesgo de jamás reunirnos. Lefébure va a pasar un mes con nosotros, ¿por qué no haces lo mismo? Tus vacaciones comienzan pronto, creo. Así que ven.
Para terminar con lo mío, te cuento que Marie y Genevieve’ están en la etapa del crecimiento, y son tremendas, lo que me resulta menos penoso que en otro tiempo, ahora que mi sistema nervioso ha vuelto a mí, por así decirlo, y sólo alguna cosa absurda me produce el daño que hace un año me provocaban los gritos de estas niñas. -iSi supieras cuánto te agradecemos la Aritmética de Mademoiselle Lili! Perdóname, Henri, por no haberte transmitido antes mis gracias.
-Ahora, a lo tuyo. Tus títulos y proyectos poéticos me fascinan. He realizado un descenso a la Nada lo suficientemente largo para poder hablar con certeza. No existe nada más que la Belleza; -que tiene sólo una expresión perfecta, la Poesía. Todo lo demás es engaño -a excepción, para quienes viven del cuerpo, del amor, y de ese amor del espíritu que es la amistad.
Espero que tu reina de Saba9 y mi Herodías sean amigas. -Ya que eres lo suficientemente dichoso como para, además de la Poesía, poder tener amor, ama: en ti, el Ser y la Idea habrían hallado ese paraiso, que la pobre humanidad anhela solamente para su muerte, por ignorancia y pereza, y, cuando sueñes con la Nada futura, con esas dos dichas cumplidas, no estarás triste y la Nada te parecerá incluso muy natural
-Para mi, la poesía ocupa el lugar del amor, porque está apasionada de sí misma y su voluptuosidad recae deliciosamente [en] mi alma: pero confieso que la Ciencia que he adquirido, o reencontrado en el fondo del hombre que fui, no me será suficiente, y que no será sin una verdadera angustia que ingrese yo en la Desaparición suprema, si no he concluido mi obra, que es la Obra, la Gran Obra, como decían los alquimistas, nuestros ancestros.
Así, aunque el Poeta tenga a su mujer en el Pensamiento y a su hijo en la Poesía, adora tú a Ettie,” a quien yo amo como a una rara hermana ¿O no está ligada a toda mi infancia, como tú, Henri -pues antes de mis primeros versos, que remontan al tiempo en que te conocí, no éramos más que los fetos de nuestros espíritus -fetos muy sabáticos, recuerdas?
Adiós, Geneviéve y yo te mandamos un abrazo, y Marie un beso a Ettie.




TU Stéphane


ooo



En 1995, Gallimard editó Mallarmé. Correspondance. Lettres sur la poesía, un volumen que incluía esta carta en la que el poeta dibujaba a su viejo y gran amigo Henri Cazalis los perfiles de su combate contra Dios y de su encuentro con la Nada. La misiva, que apareció traducida al castellano por Jaime Moreno Viurrey en la revista Letras libres allá por el año 2005, fue escrita al final de ese periodo que la historiografía a identificado como "La crisis de Mallarmé", en la que el poeta, en medio de la pobreza, y tras un complicado triunfo en su particular guerra con Dios, encontraría en la abrasión del "yo" el único camino posible para acceder a su ambicionada poesía pura.













3 comentarios:

Mityu dijo...

Qué familiares me son esos tortuosos penamientos, redondos y girantes como la apariencia del caracol. Muchas veces he intentado arrancar de las garras de ese "estado perfecto" a espíritus tan elevados como el suyo. No cejo en mi empeño. Entretanto, me humaniza, me serena, ver el camino de hermanos anteriores, asistir a sus pensamientos, a sus conversaciones que podrían haber ocurrido, perfectamente, con otros contertulios, en una de mis charlas.
La poesía y el amor. No hay confrontación.
Saludos

Clarice Baricco dijo...

Ayy Carlos, una de mis debilidades son las cartas.
Hermoso blog has creado.
Me he bebido las cartas que has compartido aquí. Mucho el disfrute.

Escribir una carta es quizá una forma de esperarnos.

Beso otoñal.

Graciela

el nombre... dijo...

Carlos: en principio, gracias por tu visita.
Por tus palabras, tan bien ajustadas!!!

Vengo el finde con el tiempo que se merece, a leer esta carta, que me dan ganas ahora, pero el reloj me apremia!!!