viernes, 27 de enero de 2012

Carta abierta a políticos y criminales del poeta Javier Sicilia tras el asesinato de su hijo







¡Estamos Hasta la Madre!

¡Hay que devolver la dignidad a la nación!

PROCESO, 3 de abril de 2011.
México, DF.- 


El brutal asesinato de mi hijo Juan Francisco, de Julio César Romero Jaime, de Luis Antonio Romero Jaime y de Gabriel Anejo Escalera se suma a los de tantos otros muchachos y muchachas que han sido igualmente asesinados a lo largo y ancho del país a causa no sólo de la guerra desatada por el gobierno de Calderón contra el crimen organizado, sino del pudrimiento del corazón que se ha apoderado de la mal llamada “clase política” y de la “clase criminal”, que ha roto sus códigos de honor.


No quiero, en esta carta, hablarles de las virtudes de mi hijo, que eran inmensas, ni de las de los otros muchachos que vi florecer a su lado, estudiando, jugando, amando, creciendo para servir, como tantos otros muchachos, a este país que ustedes han desgarrado.

Hablar de ello no serviría más que para conmover lo que ya de por sí conmueve el corazón de la ciudadanía hasta la indignación. No quiero tampoco hablar del dolor de mi familia y de la familia de cada uno de los muchachos destruidos. Para ese dolor no hay palabras –sólo la poesía puede acercarse un poco a él, y ustedes no saben de poesía–. Lo que hoy quiero decirles desde esas vidas mutiladas, desde ese dolor que carece de nombre porque es fruto de lo que no pertenece a la naturaleza –la muerte de un hijo es siempre antinatural y por ello carece de nombre: entonces no se es huérfano ni viudo, se es simple y dolorosamente nada–, desde esas vidas mutiladas, desde ese sufrimiento, desde la indignación que esas muertes han provocado, es simplemente que estamos hasta la madre.
Estamos hasta la madre de ustedes, políticos –y cuando digo políticos no me refiero a ninguno en particular, sino a una buena parte de ustedes, incluyendo a quienes componen los partidos–, porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida, de esta guerra que ha puesto al país en estado de emergencia, han sido incapaces –a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder– de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida; estamos hasta la madre, porque la corrupción de las instituciones judiciales genera la complicidad con el crimen y la impunidad para cometerlo; porque, en medio de esa corrupción que muestra el fracaso del Estado, cada ciudadano de este país ha sido reducido a lo que el filósofo Giorgio Agamben llamó, con palabra griega, zoe: la vida no protegida, la vida de un animal, de un ser que puede ser violentado, secuestrado, vejado y asesinado impunemente; 




estamos hasta la madre porque sólo tienen imaginación para la violencia, para las armas, para el insulto y, con ello, un profundo desprecio por la educación, la cultura y las oportunidades de trabajo honrado y bueno, que es lo que hace a las buenas naciones; estamos hasta la madre porque esa corta imaginación está permitiendo que nuestros muchachos, nuestros hijos, no sólo sean asesinados sino, después, criminalizados, vueltos falsamente culpables para satisfacer el ánimo de esa imaginación; estamos hasta la madre porque otra parte de nuestros muchachos, a causa de la ausencia de un buen plan de gobierno, no tienen oportunidades para educarse, para encontrar un trabajo digno y, arrojados a las periferias, son posibles reclutas para el crimen organizado y la violencia; estamos hasta la madre porque a causa de todo ello la ciudadanía ha perdido confianza en sus gobernantes, en sus policías, en su Ejército, y tiene miedo y dolor; estamos hasta la madre porque lo único que les importa, además de un poder impotente que sólo sirve para administrar la desgracia, el dinero, el fomento de la competencia, de su pinche “competitividad” y del consumo desmesurado, que son otros nombres de la violencia.



De ustedes, criminales, estamos hasta la madre, de su violencia, de su pérdida de honorabilidad, de su crueldad, de su sinsentido.
Antiguamente ustedes tenían códigos de honor. No eran tan crueles en sus ajustes de cuentas y no tocaban ni a los ciudadanos ni a sus familias. Ahora ya no distinguen. Su violencia ya no puede ser nombrada porque ni siquiera, como el dolor y el sufrimiento que provocan, tiene un nombre y un sentido. Han perdido incluso la dignidad para matar. Se han vuelto cobardes como los miserables Sonderkommandos nazis que asesinaban sin ningún sentido de lo humano a niños, muchachos, muchachas, mujeres, hombres y ancianos, es decir, inocentes. Estamos hasta la madre porque su violencia se ha vuelto infrahumana, no animal –los animales no hacen lo que ustedes hacen–, sino subhumana, demoniaca, imbécil. Estamos hasta la madre porque en su afán de poder y de enriquecimiento humillan a nuestros hijos y los destrozan y producen miedo y espanto.



Ustedes, “señores” políticos, y ustedes, “señores” criminales –lo entrecomillo porque ese epíteto se otorga sólo a la gente honorable–, están con sus omisiones, sus pleitos y sus actos envileciendo a la nación. La muerte de mi hijo Juan Francisco ha levantado la solidaridad y el grito de indignación –que mi familia y yo agradecemos desde el fondo de nuestros corazones– de la ciudadanía y de los medios. Esa indignación vuelve de nuevo a poner ante nuestros oídos esa acertadísima frase que Martí dirigió a los gobernantes: “Si no pueden, renuncien”. Al volverla a poner ante nuestros oídos –después de los miles de cadáveres anónimos y no anónimos que llevamos a nuestras espaldas, es decir, de tantos inocentes asesinados y envilecidos–, esa frase debe ir acompañada de grandes movilizaciones ciudadanas que los obliguen, en estos momentos de emergencia nacional, a unirse para crear una agenda que unifique a la nación y cree un estado de gobernabilidad real. Las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una marcha nacional el miércoles 6 de abril que saldrá a las 5 de la tarde del monumento de la Paloma de la Paz para llegar hasta el Palacio de Gobierno, exigiendo justicia y paz. Si los ciudadanos no nos unimos a ella y la reproducimos constantemente en todas las ciudades, en todos los municipios o delegaciones del país, si no somos capaces de eso para obligarlos a ustedes, “señores” políticos, a gobernar con justicia y dignidad, y a ustedes, “señores” criminales, a retornar a sus códigos de honor y a limitar su salvajismo, la espiral de violencia que han generando nos llevará a un camino de horror sin retorno. Si ustedes, “señores” políticos, no gobiernan bien y no toman en serio que vivimos un estado de emergencia nacional que requiere su unidad, y ustedes, “señores” criminales, no limitan sus acciones, terminarán por triunfar y tener el poder, pero gobernarán o reinarán sobre un montón de osarios y de seres amedrentados y destruidos en su alma. Un sueño que ninguno de nosotros les envidia.




No hay vida, escribía Albert Camus, sin persuasión y sin paz, y la historia del México de hoy sólo conoce la intimidación, el sufrimiento, la desconfianza y el temor de que un día otro hijo o hija de alguna otra familia sea envilecido y masacrado, sólo conoce que lo que ustedes nos piden es que la muerte, como ya está sucediendo hoy, se convierta en un asunto de estadística y de administración al que todos debemos acostumbrarnos.
Porque no queremos eso, el próximo miércoles saldremos a la calle; porque no queremos un muchacho más, un hijo nuestro, asesinado, las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una unidad nacional ciudadana que debemos mantener viva para romper el miedo y el aislamiento que la incapacidad de ustedes, “señores” políticos, y la crueldad de ustedes, “señores” criminales, nos quieren meter en el cuerpo y en el alma.





Recuerdo, en este sentido, unos versos de Bertolt Brecht cuando el horror del nazismo, es decir, el horror de la instalación del crimen en la vida cotidiana de una nación, se anunciaba: “Un día vinieron por los negros y no dije nada; otro día vinieron por los judíos y no dije nada; un día llegaron por mí (o por un hijo mío) y no tuve nada que decir”. Hoy, después de tantos crímenes soportados, cuando el cuerpo destrozado de mi hijo y de sus amigos ha hecho movilizarse de nuevo a la ciudadanía y a los medios, debemos hablar con nuestros cuerpos, con nuestro caminar, con nuestro grito de indignación para que los versos de Brecht no se hagan una realidad en nuestro país. 



Hay que devolverle la dignidad a esta nación.

Javier Sicilia




  • Carta de Javier Sicilia publicada en la edición 1976 de la revista Proceso

lunes, 23 de enero de 2012

Carta a Ivonne de un teniente francés






Mi querida Ivonne!!!


No desesperes!! Tengo la esperanza de volver a veros a ti y a mi querido Raimundo. Te ruego que te cuides y que cuides de él; sabes que no te perdonaría jamás que os sucediera algo.
Ahora, el destino me señala, espero tendrás valor. Quiero que sepas que si muero, pongo toda mi confianza en ti y te pido que vivas, para que eduques a mi hijo y hagas de él un hombre de corazón, dándole una instrucción lo más sólida que puedas y, sobre todo, cuando sea grande, dile que su padre murió por él, o al menos, por una causa que le servirá a él y a todas las generaciones futuras.




Por ahora, mi querida Ivonne éstas son simples precauciones; pienso estar allá para ayudarte en tu tarea, pero, como te he dicho, no se sabe lo que puede suceder. 


En cuanto a ti, mi querida Ivonne, quiero que estés segura de que siempre te he amado y de que siempre te amaré, suceda lo que suceda; y espero que, cuando vuelva, nunca me lo reproches. Tan pronto puedas parte para Fontenay, porque, si regreso, quisiera encontrarte allí.

Una vez más cuento con tu coraje, con tu valor; no te hago recomendaciones porque lo creo superfluo. Si me escribes, estoy en el 369 regimiento de infanteria, pero en lugar del Quinto Cuerpo dirígete al XX..

Tu marido, que te abraza fuerte!!!!!...muy fuerte!!!!!!...como a mi querido Raimundito!!!!!!!!

George




***



Esta es la última carta escrita por el teniente Jorge Belaud del 369 Regimiento de Infantería, caído en el campo del honor en el año 1914. 


jueves, 19 de enero de 2012

Carta de Carmen Moreno a Marina Tsvietaieva






"Parece que fue ayer cuando tu padre nos mecía entre las túnicas de Rafael y nos contaba las historias de las manos que labran la piedra..."

Querida Marina:

Me encuentro en Elabuga, aquí donde un día enterrarán tu cuerpo dolido y cansado.  Te escribo a través del frío inhumano que atraviesa San Petersburgo de parte a parte ante la mirada atenta de tu apreciada Ajmátova y el tenue lamento del Hermitage. Sus paredes, Marina cara, se han ido descascarillando tras la salida de sus galerías y el respirar rítmico que ha ido construyéndolo a través del tiempo. Parece que fue ayer cuando tu padre nos mecía entre las túnicas de Rafael y nos contaba las historias de las manos que labran la piedra.
Ahora ambas miramos al mar. Ese mar que cantó Pasternak: “stijia” y que has perpetuado en las despedidas y el desamparo. La madre, Marina… Tu madre muerta, Sherezade de Korsakov que modula los silencios que has ido contagiándonos para decir luego YO y que el mundo pareciera un verso eterno y firme. El océano presume de ti, gozoso de sentir la cuenca de tus ojos inundadas del hambre voraz que extingue a los hombres bajo el peso de la revolución que acabara emparedando a los de siempre, a los que estaban del lado incorrecto, del lado de los vencidos. Esa eres tú, un eterno mar cíclico y permanente que alza la voz para decir hijo mientras se te llena de sangre la boquilla del cigarro.
¿Quién si no iba a perpetuarse en la muerte? Sólo la mujer que eres, altiva, desdeñosa del gris del carbón de las estufas y de los que a su alrededor aposentan sus miedos, podía transmutar en historia lo que no tiene conciencia de haber existido.
Me dices en carta aún con el olor al sudor de tus manos: “en el suicida se funde el asesino y el asesinado”. ¿Cómo puedes siquiera pensar que la tela de araña que es “Ariadna” puede quedar desenmarañada por una afirmación tan fortuita? Al asesino de tus letras, tú, aplicarle la cadena perpetua no significa nada porque vives en el desánimo de la guerra perdida, del hijo muerto, del amor náufrago y triste. Al asesinado lo cogería entre mis brazos y salpicaría lo eterno con su alma para prender luz al humano que siga evitándose el sufrimiento de los displicentes.
Así, Marina, tras tomar el último vaso de vodka y entregarte la soga en nombre de lo que pude ser, estoy perpetuando la estirpe de lo negro, pero me siento en este banco destartalado mientras observo la fosa común que he abierto con mis uñas en Elabuga y cuento los fusiles que van cayendo donde la tierra no es más que excremento que parieron sus madres.

***
 
A  Ajmatova

¡Oh musa del llanto, la más bella de las musas!
Oh loca criatura del infierno y de la noche blanca.
Tú envías sobre Rusia tus sombrías tormentas
Y tu puro lamento nos traspasa como flecha.


Nos empujamos y un sordo ah
De mil bocas te jura fidelidad, AnnaAjmátova.
Tu nombre, hondo suspiro,
Cae en es hondo abismo que carece de nombre.


Pisar la tierra misma que tú pisas, bajo tu mismo cielo;
Llevamos una corona.
Y aquél a que a muerte hieres a tu paso
Yace inmortal en su lecho de muerte.


Sobre esta ciudad que canta brillan cúpulas,
Y el vagabundo ciego canta loas al Señor…
Y yo, yo te ofrezco mi ciudad con sus campanas,
Ajmátova, y con ella te doy mi corazón.

Marina Tsvietaieva
Versión de Monika Zgustová



Es muy interesante la  reflexión -editada por la revista Clarín- de Carolina Esses en torno a la vida y la obra de la gran poeta rusa, a la que la singular poeta andaluza Carmen Moreno (www.letratlantica.blogspot.com)  ha dedicado esta carta escrita con navaja.
Carmen Moreno
Carmen (Cádiz, 1974) fue cofundadora de la revista universitaria Prometeo (1994), y colaboradora de mi admirado Fernando Quiñones en algunas de sus muchas aventuras editoriales. Su experiencia en música contemporánea y en crítica literaria le ha llevado a continuas e intensas colaboraciones con la la radio y la prensa escrita. Merecedora entre muchos otros del Premio Internacional de Poesía Fernando de Quevedo, ha publicado Tocando el cielo (Relatos, 2002), y una larga lista de peomarios, entre los que destacan Plano Urbano (1996), Sombra mía (2000), La Tregua de la piel (2004), el magnífico Asfalto Bíblico (2002), Más que morir (2006), Como el agua a tu cuerpo (2009) y Cuando dios se equivoca (septiembre, 2010). Hay que destacar también su brava Antología poética de César Vallejo, editada en 2010 por la gran editorial Vitrubio.








martes, 17 de enero de 2012

Carta de amor a Germaine Cahen de Jorge Guillén





“Sólo el placer nos prolonga y nos aumenta”


Genève, le 12 décembre [1]920. Dimanche 


Me apresuro a escribirle con un placer tal que tengo que hacérselo compartir inmediatamente. Rápido, rápido, antes de que desaparezca el momento... (¡estoy tan agradecido al inventor de la pluma -que me permite entrar en comunicación con usted tan rápidamente!) Tengo el mar delante de mí. Sí. Toda la ilusión del mar, todo lo que los ojos pudieran encontrar de marino en un mar auténtico. Esta larga perspectiva de aguas agitadas y obstinadas, como un pensamiento único y enervante, este color verdoso, estas olas esculpidas en bronce, esta bruma lejana que oculta el horizonte, este conjunto que diviso a través de los amplios cristales de un balcón suspendido... sobre el abismo, el dulce abismo de un lago templado, ¿no es acaso realmente el mar, el mismo mar de todas partes, -de Trégastel?-. 

Versoix, Lago ginebra, Suiza.

Estoy en Versoix -a unos minutos de Ginebra- en un chalet suizo, bastante campestre, de aire rústico -sin ningún estigma de café urbano-. No hay nadie. La vieja encargada acaba de poner un mantel de cuadros rojos y blancos en una gran mesa redonda, para mí, único impar que se acoda en ella. -Tome su té ahora que está bien caliente -me dice la señora-. Está oscuro. La señora acaba de encender una lámpara -un candil de petróleo suspendido y burgués. Y lo que es sobre todo exquisito, es el rumor de las olas que me da por este tiempo frío, con el retroceso de la distancia, prolongada y agravada por la luz del crepúsculo, una impresión de Trégastel -súbitamente surgida del fondo del lago para ayudarme mejor a evocarla a usted-. Y este recuerdo de Trégastel, ese único nombre de Trégastel me enternece infinitamente. Además, tengo tiempo hoy. Es domingo, y el mundo es mío. Espere, mi pastelillo pequeñín... tengo mermelada, mantequilla y pan. Como no está usted, permítame que le prepare el té. 



“(Siempre el amplio mar. / ¡Ay, ese Trégastel de fatal / Destino!)” 

¿Verdad que es excelente? Acabo de comer con apetito, con la voracidad de una juventud que se respeta, y conoce sus derechos y sus deberes. Me acabo de cambiar de mesa. Heme aquí ahora en el centro de la habitación, en una mesa larga familiar, mesa redonda, digámoslo así. He vislumbrado unas frutas -tan plásticas en el fondo oscuro-. Tengo unas mandarinas que me esperan. -A falta de algo mejor, voy a regalarme con este sur en bolas.  
¡Es inaudito, cómo este alto en un chalet suizo -al borde de este tierno Trégastel, ¡qué tempestuoso está ahora, oscuro y realmente inmenso!-, cómo este alto me encanta! Es que la voluptuosidad es completa -para un pobre imaginativo como yo-. (Y casi siempre, cuando un momento está logrado, realmente logrado, la palabra voluptuosidad se impone.) Para empezar, me siento a gusto interiormente, pues nada me distrae de usted. Lo que quiere decir que me siento a gusto materialmente. Es necesidad espiritual del confort: que las cosas no nos distraigan de los objetos interiores. Es precio del placer: que las cosas sean buenas conductoras del espíritu. Las cosas incómodas hacen rebotar el espíritu. Sólo el placer nos prolonga y nos aumenta. Y en este momento, las circunstancias son muy armoniosamente propicias al placer que una ausencia permite. Resultado total: la puerta está cerrada. Tengo la fórmula de mi felicidad -de la felicidad (todavía fórmula)-. ¿Un momento de felicidad es sentir que la puerta está bien cerrada? ¿Egoísmo? No. No. En principio, es sentir el universo bien completo, bien encerrado sobre sí mismo, con la perfección que nos ofrece una circunferencia: el perfecto retorno sobre sí mismo. Es sentir el mundo completo, y es sostenerlo en la mano, besarlo. Besar la boca amada es sentir la perfección geométrica de la circunferencia -es besarlo todo. 




(El mar se ha oscurecido. Se percibe apenas. La noche se ha impuesto. No queda ahora más que el rumor de las olas, que rompen con golpes muy intermitentes. La noche hace precisos los sonidos. Por eso en la noche sentimos más tangible nuestra alma, “Cisterna, amarga, sonora y sombría”.) ¡Ah! Ahora, es maravilloso. No disfrutaba desde hace mucho tiempo de una soledad tan exquisita. La señora ha desaparecido. Una fuente en el fondo del chalet, gotea con una cadencia marcada por golpes secos. (-¿Agua por golpes secos? -Pues sí, señor abad.) Oh, qué ruido magnífico hace este mar tregasteliano. -Apoyado en este momento por el del tranvía que pasa a lo lejos-. Es un estrópito a lo Berlioz. -Mejor todavía-. A lo Franck, a lo Beethoven. 
No más paisaje a través de los cristales. No veo en el sitio en que estaba antes Trégastel más que la lámpara reflejada, suspendida milagrosamente sobre las aguas. 


Hoy es el domingo del carnaval ginebrino. Hay gente por todas partes; gente disfrazada comunica a las calles, a la atmósfera, una estupidez inmerecida. He tenido la suerte de caer en un sitio desierto -donde sólo el mar me acompaña, el de la Pointe du Raz, mejor todavía que el de Trégastel. Esta mandarina estaba exquisita -fresca, perfumada, dulce, dócil-. -La he pelado como se desnuda a una mujer-. (“Una”, por decirlo de alguna manera.) -El cigarrillo es un poco fuerte-. -Pero no lo es la cerveza-. Pues no sabiendo qué pedir, he caído en esta bebida germánica. Recuerdo ahora que había pensado en ir a Coppet, para visitar el castillo de madame de Staël -abierto hasta el 15 de diciembre con ocasión de la asamblea de la Sociedad de Naciones-, pero no hablemos de ello esta noche. Eso forma parte de los temas útiles. Y este domingo, quiero sentirme feliz, perdido en un rincón de Suiza, ignorado, con un vago encanto romántico, evocando intensamente la presencia, la sonrisa, la boca de Germaine -y reduciendo mi desventura, por el hecho de estar separado de ella-, burlándome del resto del universo, incluido yo mismo, saboreando este minuto exquisito, este té, esta mermelada, esta mandarina tan gentilmente desvestida, este rumor de olas, esta lámpara suspendida sobre el océano, esta ausencia de humanos, este goteo rítmico del agua de una fuente -para no ser demasiado egoísta, esta entrada súbita en escena de mi madre, de Mathilde, de mi padre- y además, a continuación, otra vez solo, el placer de escribir, de trazar pequeños signos negros sobre la blancura ofrecida, el placer de devanar el hilo de mi pensamiento, de mis fantasías, de mis sofismas, de mis impresiones -para mezclarlo todo y confundirlo- a fin de mejor... sentir la presencia de Germaine. Así, yo sé que mi desgracia, mi verdadera desgracia es estrictamente ésta: que a pesar de la fuerza de mi evocación, usted no está aquí, en Versoix, el 12 de diciembre del novecientos veinte, a las seis y diez de la tarde, y usted no me contesta, y yo no puedo besarla. -Ahí- pues tengo muchas ganas de besarla. 


Para sentir la puerta bien cerrada, y el universo bien cerrado sobre sí mismo, con la perfección geométrica del círculo. 

La beso, de todas formas -como pienso, con toda mi imaginación, y con todo mi corazón. 

Muy suyo 

Jorge 




***


En 1919 un joven poeta llamado Jorge Guillén (1893-1984) conoció al gran amor de su vida, Germaine Cahen (1897-1947), una joven francesa con la que se casaría dos años más tarde. De inmediato, comenzó entre ambos una correspondencia incendiaria, un epistolario amoroso que “impresionará honda y gratamente a los lectores” por su emoción e intensidad, en palabras de Guillermo Carnero, prologuista de Cartas a Germaine (1919-1935), coeditada por Círculo de Lectores y Galaxia Gutenberg). Más de 790 cartas escritas entre 1919 y 1935 por Guillén, muchas escritas en francés, la lengua de Germaine, que destruyó las suyas antes de morir en 1947, “convencida de que se publicarían si no lo hacía”-explica Margarita Ramírez, viuda de Claudio Guillén y editora del libro.



lunes, 16 de enero de 2012

"Cartas a Verónica", de María Luisa Mora...




 "Pero sé también que cuando Caronte me haga cruzar el río con su barca no existirá otro destino que tú, ni otra luz que la que emanará de tu maravilloso corazón".

        Verónica, hija mía.




Te escribo esta carta, como quien lanza una botella al mar, sin ninguna seguridad de que su destino serán tus inocentes manos, ni tus ojos grandes y profundos.
Nadie puede afirmar rotundamente que así ha de ser. Nadie va a traer hasta mi corazón la prueba fehaciente que me haga albergar una mínima esperanza.

Te imagino habitando un Universo cuajado de luz, envuelta en una  enigmática música, arropada por  palpitantes pájaros, en un extraño planeta que nadie vivo ha logrado conocer ni describir jamás.

Imagino que los labios del gran Dios besan tu frente de esa forma tan dulce como yo la besaba en los duros tiempos de tu enfermedad.

Contemplo, muchas veces, tu fotografía. Me detengo en tu sonrisa, que se asoma a ella, como una mariposa a la silueta de una flor. Y me alimento de ella para siempre.
Así, de la misma manera como se alimenta un pequeño gorrión con la comida que trae su afanosa madre hasta su pico y que forma parte de su supervivencia.
Porque tu sonrisa me ayuda a subsistir.


Cuando limpio tu habitación, suelo besar tu graciosa gorrita azul y miro, debajo de la cama,  tus zapatos. Muchas veces pienso que debería guardar ya todas tus cosas, pero nunca lo hago.  Me pregunto el por qué. Pero sé la respuesta.  Tal vez porque, en el fondo de mi corazón, aún te sigo esperando. Creo que, cualquier día, vas a volver a aparecer por el salón, vas a sentarte junto a mí y me vas a preguntar : Madre, cuándo piensas arreglarte, que te estoy esperando  para que vayamos a tomar café.  Y creo que entonces voy a mirarte directamente a esos preciosos ojos que tenías, más grandes que el Amor y que la Vida, y voy a volverme a emocionar como lo hacía cuando estabas todavía viva y persistía, tercamente en mí, algo así como un extraño presentimiento de lo que, más tarde,  habría de suceder.


Pero vuelvo a la cruda realidad. Sé que tú no estás. No estoy loca. Estoy totalmente segura de que es así. Pero sé también, con una certeza más absoluta que el sol que nos alumbra, que cuando Caronte me haga cruzar el río con su barca no existirá otro destino que tú, ni otra luz que la que emanará de tu maravilloso corazón.

Verónica, hija mía....



Agradezco por dentro a María Luisa está carta dirigida a su hija, que como los dioses acabó muriendo demasiado pronto, cuando apenas tenía poco más de treinta años. Una gran parte de su obra posterior ha girado en torno a este seísmo, que -si me permiten un apunte meramente personal- sería lo último que yo quisiera vivir. La carta no es un homenaje, sino la consecuencia humilde de un contacto personal interminable.  Poco más debo decir -por respeto- de Maria Luisa Mora, una poeta nacida en la ciudad toledana de Yepes el 8 de febrero de 1959, y a quien leí por primera vez a finales de los ochenta en su viaje hacia esa lluvia que también a mí me limpiaba por dentro. Tuve el honor de coincidir con ella en la ya mítica antología de poesía Mar interior, que sacó adelante mi muy admirado Miguel Casado. Ha publicado: Las hiedras difíciles (Torremozas, 1986); Este largo viaje hacia la lluvia (Rialp, 1988), un libro fascinante y accésit del Premio Adonais 1987; La tierra indiferente (Torremozas, 1990), Premio Carmen Conde 1990; La mujer y la bruma (Melibea,1992), accésit del Premio Rafael Morales 1991; Busca y captura (Rialp, 1994), Premio Adonais 1995; Meditación de la derrota (Torremozas, 2001); La isla que no es (Melibea, 2002), accésit del Premio Rafael Morales 2001; La respuesta está en el viento (Torremozas, 2005), segundo puesto de poesía Fernando Rielo 2003 y Navegaciones (Ediciones Vitruvio, 2009).





jueves, 12 de enero de 2012

La última Carta de Reinaldo Arenas, escrita antes de quitarse la vida





“Cuba será libre. Yo ya lo soy...”




Queridos amigos: debido al estado precario de mi salud y a la terrible depresión sentimental que siento al no poder seguir escribiendo y luchando por la libertad de Cuba, pongo fin a mi vida. En los últimos años, aunque me sentía muy enfermo, he podido terminar mi obra literaria, en la cual he trabajado por casi treinta años. Les dejo pues como legado todos mis terrores, pero también la esperanza de que pronto Cuba será libre. Me siento satisfecho con haber podido contribuir aunque modestamente al triunfo de esa libertad. Pongo fin a mi vida voluntariamente porque no puedo seguir trabajando , Ninguna de las personas que me rodean están comprometidas en esta decisión.
Solo hay un responsable: Fidel Castro. Los sufrimientos del exilio, las penas del destierro, la soledad y las enfermedades que haya podido contraer en el destierro seguramente no las hubiera sufrido de haber vivido libre en m país.
Al pueblo cubano tanto en el exilio como en la Isla le exhorto a que siga luchando por la libertad. Mi mensaje no es un mensaje de derrota , sino de lucha y esperanza.

Cuba será libre. Yo ya lo soy.



Reinaldo Arenas
New York




El 7 de Diciembre del 1990, Reinaldo Arenas tomó la decisión de quitarse la vida. Tenía 47 años. Ese día, escribió la que sería, a buen seguro, la carta más difícil de toda su existencia. Era una carta breve, casi telegráfica, desnuda de cualquier gesto literario. La hizo acompañar con la instrucción de que fuera publicada en el Diario de las Américas, y enviada a todos sus amigos. Poco después de escribirla preparó un cóctel de alcohol y tranquilizantes. Y se lo bebió. Muy pocos días después de que lo hallaran muerto, sus amigos recibieron su última carta. "Ya soy libe", decía.. Yo soy libre…






































martes, 10 de enero de 2012

Carta de Carmen Rigalt a un lector desconocido




Carmen Rigalt

"Hace más de un año que no respiras y sospecho que estás muerto. Si no respondes, iré al cementerio y me detendré ante cualquier tumba para brindar por nosotros con un trago de ron. Y nunca más volveré a escribir para que me leas."



Te escribo para que me leas. Parece una chuminada, pero es así. Normalmente escribo para desahogarme o, todo lo más, para saber qué pienso. El pensamiento va saliendo como una longaniza mientras escribo. Pero si no escribo no soy capaz de pensar. Ya te dije en una ocasión que yo no pienso nunca. Estoy como parada en una esquina viendo pasar lo que pienso, pero no pienso lo que veo. Esto último creo que es de Scott Fitzgerald, no me hagas mucho caso.



No quiero pensar por qué te escribo, suponiendo que exista un motivo real. Me he acostumbrado a tu silencio como antes me había acostumbrado a tus cartas, escritas a lo largo de más de 30 años, pero ayer te eché de menos. Como no te conozco, nunca he podido calcular tu edad. Por no poder, ni siquiera he podido preguntártela, ya que tus misivas jamás han llevado remitente. Eres un nombre a secas, quién sabe si inventado, y una rúbrica nerviosa, propia de un profesor de ciencias. Escribías desde distintos lugares del mundo, casi siempre en servilletas de restaurantes y alguna vez en postales que no me aportaban ninguna pista. Jamás has hablado de ti, como si fueras un ente abstracto. Quién sabe: a lo mejor lo eres. Sin embargo, yo nunca he pensado que fueras un impostor, aunque en lugar de Ernesto te llamaras José Mari. No has podido engañarme porque nada has revelado de ti. Precisamente ésa ha sido mi queja. Un día, doblada ya la esquina del tiempo, me di cuenta de que tú no envejecías en las cartas, mientras que yo cumplía años, lustros, décadas, y mi edad se reflejaba en lo poco que yo ofrecía: los artículos. Te conservo en mi imaginación como el primer día que apareciste: joven y afanoso, viajero y gran conocedor del lenguaje. Me habrían bastado un par de detalles para pergeñar tu boceto, pero siempre has permanecido blindado. Sigo preguntándome cómo será el hombre que te alberga, si alto y con los hombros vencidos, como yo pienso, o con un chasis tirando a chulesco. Me pregunto también si llevas camisa con cuello de botoncitos y no te separas de la tableta, o si te tiñes las canas y eres de esos tipos que juegan al golf y cuentan chistes fáciles de Zapatero. Me gustaría saber, en fin, qué piensas de la vida y de Intereconomía.


Pero hace más de un año que no respiras y sospecho que estás muerto. Si no respondes, iré al cementerio y me detendré ante cualquier tumba para brindar por nosotros con un trago de ron. Y nunca más volveré a escribir para que me leas.  

***

La carta de Carmen Rigalt apareció en el diario El Mundo español, el 2 de noviembre de 2011.















sábado, 7 de enero de 2012

Carta de Abrasha Blum a su compañera Jaika Grossman, en el gueto de Varsovia

 

 


"Ahora más que nunca debemos poner nuestra energía en educar ya que es la única llave que nos puede abrir las puertas de un mundo mejor. Es nuestra posibilidad de creer que un mañana es posible, que nuestra vida vale aunque los nazis nos quieran imponer otra cosa..."

Compañera Jaika

Varsovia está en crisis. El ghetto quedo completamente cerrado desde noviembre de 1940. La percepción del peligro todavía no ha invadido los corazones de los habitantes del ghetto, a pesar de que ya han comenzado algunos asesinatos aislados. Ya en febrero de este año ejecutaron a doce compañeros por la sola razón de salir de las murallas. El ghetto hace oídos sordos a estos hechos. Los miedos comienzan a manifestarse en otros aspectos; la situación económica es crítica. Las diferencias sociales se agrandan, las enfermedades se multiplican, nuestros chicos se mueren de hambre y todavía no entendimos que estamos en peligro. Los ricos comienzan a abandonar esa vida de lujos que aún en el ghetto habían logrado mantener en los primeros años de guerra y eso comienza a inquietarlos.
La escasez de alimento ha llegado a un punto tan extremo que nuestros chicos son los encargados de cruzar al lado ario para intentar robar un pedazo de pan que nos de energía para vivir. Kaplan escribió en su diario “Pandillas de niños trepando sobre el muro, arrastrándose por las grietas y también escabulléndose por las puertas oficiales del ghetto. Hay algunos alemanes que tienen misericordia de estos pobres niños y hacen como si no los vieran, se dan vuelta a propósito y los niños con sus abrigos repletos corren como flechas disparadas y parecen pájaros. Pero hay también asesinos que golpean a los niños hasta la muerte. Les sacan las papas y en muchos casos hasta les disparan. Hubo mas de un niño que cayo victima de su sed de sangre…”. Así vivimos en Varsovia, la gente se muere en la calle. Pero se mantiene activa.


Emannuel Ringelblum es un valuarte en esta misión. Posee bajo su dirección un archivo llamado Oneg Shabat para incentivar a toda la población del ghetto a que escriban y dejen testimonio a las futuras generaciones que puedan encontrarlo. Pero lo más importante es que la educación de nuestros hijos no se ha interrumpido. Ahora más que nunca debemos poner nuestra energía en educar ya que es la única llave que nos puede abrir las puertas de un mundo mejor. Es nuestra posibilidad de creer que un mañana es posible, que nuestra vida vale aunque los nazis nos quieran imponer otra cosa. No se si nuestros educandos van a sobrevivir a este infierno, lo que estoy seguro es que mientras vivan no podemos abandonar nuestra misión de educadores, porque si no habremos perdido la guerra antes de empezarla.
Jaika Grossman
Hasta nuestros enemigos han notado la importancia de la educación. El Tercer Reich está basado en el fuerte adoctrinamiento la población alemana desde los grados inferiores de la primaria y eso es lo que les permite abusar de su propia población. Nosotros no buscamos este tipo de educación, queremos lograr que nuestros chicos sean librepensadores para buscar de manera crítica la salida a nuestra crisis. En un libro de matemáticas para chicos de primaria figura la siguiente pregunta: “Un avión Stuka que está por despegar, carga 12 docenas de bombas que cada una pesa 10 kgs. El avión parte rumbo a Varsovia, centro del judaísmo internacional. Bombardean la ciudad. En la hora del despegue cuando su tanque de combustible tiene 1000 kgs. de gasolina, el avión pesa 8 toneladas. Al regresar de su cruzada aún tiene 230 kgs. de combustible. ¿Cual es el peso del avión cuando está vació? 
Que paradójico resulta que los alemanes que son libres educan a sus hijos bajo un fuerte adoctrinamiento y adoración al Reich y nosotros que nos encontramos con nuestra libertad restringida educamos a nuestros hijos de manera abierta y plural.


Janusz Korczak


No puedo dejar de mencionarte al amigo Korczak y a su compañera Stefa. Son un ejemplo digno de admiración que debemos seguir. La guerra no ha impedido que sigan al frente de su orfanato para niños. Sus enormes convicciones han logrado superar los más inesperados obstáculos que el régimen Nazi le ha impuesto. Korczak es un pedagogo inequiparable, Stefa una trabajadora incansable. A Korczak se le ve deteriorado por el desgaste que le produce las negociaciones con quienes trafican alimentos para su orfanato. Sin embargo despierta admiración como mantiene a sus chicos, como los cuida, como los educa. Sus concepciones pedagógicas van a traspasar las murallas del ghetto, por lo revolucionarias e innovadoras que resultan.
Podemos hablar de resistencia, podemos hablar de frentes comunes, pero te pido por favor que nunca dejes la educación como valor principal, si no nada más va a tener sentido.


Te saluda, Abrasha Blum.


 Janusz Korczak 


Fuente: Israel Gutman, Holocausto y memoria, Yad Vashem, Pág. 113





Cuando los nazis desalojaron el ghetto y el orfanato le ofrecieron quedarse en el mismo, Korczak rehusó. Dijo a sus niños que se vistieran de la mejor manera posible, representaron una obra de teatro (La oficina de Correos, de Rabindranath Tagore), y cantando al frente de ellos los acompaño a la Umschalagplatz (lugar desde dónde los judíos eran conducidos a los trenes) y de allí junto con sus niños fue a Treblinka, donde sufrió el mismo destino que ellos. Esto lo presenció Irena Sendler, una enfermera polaca que es otro ejemplo del BIEN. Dice Irena Sendler: "Subió al tren por la parte de delante. Llevaba al más pequeño en brazos, y a otro de la mano...Los niños iban vestidos de domingo. Llevaban un uniforme de dril azul. Iban de cuatro en cuatro, a paso ligero, sin detenerse, con dignidad, hacia la plaza de trasbordos: la plaza de la muerte. Y ¿que decía el mundo entonces? ¡El mundo guardaba silencio!...Los niños no sabían nada hasta el momento en que las manos asesinas de los criminales alemanes cerraran las puertas de los vagones con destino a Treblinka. Allí morirían....Los más pequeños aprietan muñecos en sus manitas...Korczak echaba mano de su fantasía para distraer a los niños de aquellas atrocidades. Tenía un gran corazón...Y yo lo vi con mis propios ojos"