lunes, 17 de septiembre de 2012

Carta de amor de Juan Rulfo a Clara Aparicio


Clara Aparicio en 1948, por Juan Rulfo.


 "...pensé lo bueno que sería yo si encontrara el camino hacia el durazno de tu corazón; en lo pronto que se le acabaría la maldad a mi alma."



Chiquilla:

¿Sabes una cosa?
He llegado a saber, después de muchas vueltas, que tienes los ojos azucarados. Ayer nada menos soñé que te besaba los ojos, arribita de las pestañas, y resultó que la boca me supo a azúcar; ni más ni menos, a esa azúcar que comemos robándonosla de la cocina, a escondidas de la mamá, cuando somos niños.
También he concluido por saber que los cachetitos, el derecho y el izquierdo, los dos, tienen sabor a durazno, quizá porque del corazón sube algo de ese sabor.
Bueno, la cosa es que, del modo que sea, ya no encuentro la hora de volverte a ver.
No me conformo, no; me desespero.
Ayer pensé en tí, además, pensé lo bueno que sería yo si encontrara el camino hacia el durazno de tu corazón; lo pronto que se acabaría la maldad a mi alma.
Por lo pronto, me puse a medir el tamaño de mi cariño y dio 685 kilómetros por la carretera. Es decir, de aquí a donde tú estás. Ahí se acabó. Y es que tú eres el principio y fin de todas las cosas.



Juan





Carta de amor de Juan Rulfo a Clara Aparicio (1)

Carta de amor de Juan Rulfo a Clara Aparicio (2)

Carta de amor de Juan Rulfo a Clara Aparicio (3)




Grandes Obras de 
El Toro de Barro
PVP: 8 euros Pedidos a:
edicioneseltorodebarro@yahoo.es



Yo, que he sobrevivido a cien lanzas
y he hecho temblar el vientre
del desierto con uno solo de mis carros,
perdí ante tus ojos mi última batalla.
Ser cobarde en amor equivale a estar muerto.




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9 comentarios:

A chuisle dijo...

Dulce como el amor es. Es eso y todo lo contrario. El amor es todo eso y más.

María dijo...

El sabor dulce del gesto, de una lágrima cayendo durante una conversación en la noche... El durazno...
Sentirnos tan lejos y tan cerca de quien amamos enredados en una marea de círculos concéntricos que nos sumen en el desasosiego y... al final, de nuevo el tacto suave de la piel aterciopelada...
Preciosa carta.

Mery Sananes dijo...

Qué hermosura de carta. Hace mucho dije, mientras discurría entre la memoria y el olvido que: La memoria tiene un sabor a duraznos y el olvido es un durazno sin morder que se arremolina sobre los ojos aguardando. Y estoy convencida de que en la caja toráxica todos llevamos un durazno que sólo aguarda quien lo habite para espantar toda maldad. Que la sal puede convertirse en azúcar sobre el precipicio de los párpados. Que la lágrima a veces hacia tránsito hacia cauces marinos en el corcel de una sístole. Y que el dolor puede trasmutar en alegría cabalgando en un pianísimo de Beethoven. Gracias, Carlos, tu noche demasiado larga dio frutos dúlcimos.

Alejándro Céspedes dijo...

Qué curioso es nuestro lenguaje. "Durazno", tan canario, tan hispano, lejos de significar lo que aparenta resulta ser el melocotón de las pieles líricas. Hay tantos ejemplos...Te doy las gracias, Carlos, por esa permanente agitación a la que nos sometes.

Mery Sananes dijo...

Alejandro, de eso se trata, con todo lo triste que anda, Carlos es un tarro de ternuras. Y no importa si son duraznos, pomarrosas o pomas. Lo importante es que, como dices, nos agite, para abrir, extender, arropar, que no cerrar.

El toro de barro dijo...

El poeta Alejandro Céspedes me ha recordado otras metáforas maravillosas, todas ellas de El Cantar de los Canteares. Será bueno recordar lo que, refiriéndose a su novio durmiente, la novia dice bailando como “una hermosa yegua que tira del carro del faraón”: ““Como manzano entre árboles silvestres / es mi amado entre los hombres: / y yo deseo sentarme al amparo de su sombra / y endulzarme la boca con su fruta.” Dale metáfora, dale. Por eso me parece natural que, entre confidencia y confidencia, la novia dejara caer sofocada por la ardura de su vestido volador eso de “mi nardo exhala su cálida fragancia”. Pero no crean Ustedes que la novia era el único personaje del sueño del cantar a la que las metáforas le crecían como el pelo, cayéndoles hacia arriba, como crecían las ubres de las cabras que bajaban del Monte Galaad, pues mientras ella dormía, el amado la miraba y callado le decía “ más yo tu ombligo contemplo / y sólo veo una copa redonda y rebosante / de vinos aromados.../ y tu vientre, ay, como un montoncito de trigo / encinto de azucenas”...

Myriam Iturra Ampuero dijo...

Las cartas que por su autenticidad, desprendidas de todo artificio, dejan fluir los sentimientos sin la preocupación que a veces significa la creación en otros géneros literarios. Pero la pluma del escritor y sobre todo el poeta, la convierten en una prosa poética agradable al paladar. "El cantar de los Cantares" poesía maestra que nos transporta del suelo al cielo en constantes ida y vuelta, donde el erotismo florido se confunde y transmuta en escatología.

Anónimo dijo...

Excelente lo de las cartas de Juan, la textura de su lenguaje se filtra como en un cedazo de zacate fresco, se adivina la madurez de sus palabras cocidas en barro, en ese barro tierno de la provincia jalisciense, en ese olor a durazno y a tierra recién pisada por unos pies descalzos que dejan ecos no en el corazón ni en los oidos, sino en todo lo recóndito de la media luna, de talpa y de comala, ahí en ese hueco de donde ya no podrán huir las voces porque están atadas a la memoria.

Mardohariz dijo...

Si de lejos te amo, la distancia no existe...si de lejos te espero, el tiempo no existe...si de lejos te siento, mi cuerpo no existe.