jueves, 25 de abril de 2013

Carta de León Trostki al Presidium del PCUS, acusándolo del suicidio de su hija


Trostky con Zinaida Volkova

11 de enero de 1933

A todos los miembros del Comité Central del Partido Comunista de la URSS
Al Presidium del Comité Ejecutivo Central de la URSS
A todos los miembros de la Comisión de Control Central del Partido Comunista de la URSS 



Trostky, su esposa Natalia Sedova,
y su hijo León Sedov, asesinado en
París por orden de Stalin. Turquía,
Alma Ata.
    Considero necesario informarles cómo y por qué se suicidó mi hija.
    A fines de 1930 ustedes accedieron a mi pedido de autorizar a mi hija Zinaida Volkova, enferma de tuberculosis, a venir por un tiempo a Turquía, acompañada de su hijo Vsevolod, de cinco años de edad, para hacerse un tratamiento. No sospeché que detrás de esta actitud liberal de Stalin se ocultaba un motivo ulterior.
     Mi hija arribó a este lugar en enero de 1933, sufriendo de neumotórax de ambos pulmones. Tras diez meses de residencia en Turquía, logramos obtener -a pesar de la oposición permanente de los representantes soviéticos- un permiso para que fuera a tratarse a Alemania. El niño se quedó en Turquía con nosotros para no molestar a la enferma. Pasado un tiempo, los médicos alemanes creyeron posible curar el neumotórax. La enferma empezó a recuperarse y soñaba tan sólo con volver con su hijo a Rusia para reunirse con su hija y con su esposo, un bolchevique leninista exiliado por Stalin. 
León Sedov, hijo de Trostky,
con su propio hijo
     El 20 de febrero de 1932 ustedes publicaron un decreto en virtud del cual, no sólo mi esposa, mi hijo y yo, sino también mi hija Zinaida perdíamos la ciudadanía soviética. En el país extranjero al que ustedes le permitieron viajar con pasaporte soviético, mi hija se ocupó únicamente de su tratamiento. No participó en la vida política, no podía haberlo hecho debido a su estado de salud. Evitó todo lo que podría provocar "sospechas" en su contra. El hecho de privarla de su ciudadanía fue un miserable y estúpido acto de venganza en mi contra. Para ella, este acto de venganza significaba romper con su hijita, su esposo, su trabajo y todo lo que constituía su vida normal. Su salud mental, ya perturbada por la muerte de su hija menor y por su propia enfermedad, sufrió un nuevo golpe, tanto más atroz cuanto que fue totalmente sorpresivo y de ninguna manera provocado por ella. Los psiquiatras declararon unánimemente que sólo el retorno a su situación normal, con su familia y su trabajo, podría salvarla. El decreto del 20 de febrero coartó precisamente esta posibilidad de salvarla. Todos los demás intentos fueron, como ustedes saben, en vano. 

Trostky, con su hija Zinaida, que se
suicida con 29 años de edad
     Los médicos alemanes insistían en que si se le permitía, al menos, reunirse con su hijo lo antes posible, había una posibilidad de devolverle su equilibrio mental. Pero las dificultades del traslado de Estambul a Berlín se multiplicaron puesto que el niño de seis años también perdió la ciudadanía soviética. Durante seis meses realizamos esfuerzos constantes, pero inútiles, en diversos países europeos. Sólo mi viaje inesperado a Copenhague nos brindó la oportunidad de llevar al niño a Europa. Con la mayor dificultad, éste realizó la travesía a Berlín en seis semanas. Pero no había estado con su madre siquiera una semana, cuando la policía del general Schleicher, de común acuerdo con los agentes stalinistas, resolvió expulsar a mi hija de Berlín. ¿Adónde? ¿A Turquía? ¿A la isla de Prinkipo? Pero el niño debía ir a la escuela. Mi hija tenía necesariamente que recibir atención médica permanente y condiciones de trabajo y una vida familiar normales. Este nuevo golpe superó la capacidad de resistencia de la enferma. El 5 de enero se asfixió con gas. Tenía treinta años.
Natalia Sedova,
esposa de Trostky
En 1928 mi hija menor Nina [Nevelson], cuyo marido fue encarcelado por Stalin hace cinco años y todavía se encuentra incomunicado, debió ser hospitalizada, poco después de que yo fuera exiliado en Alma-Ata. Se le diagnosticó una tuberculosis aguda. Me dirigió una carta puramente personal, sin la menor mención de cuestiones políticas; ustedes la detuvieron durante setenta días, de modo que cuando le llegó mi respuesta ella había muerto. Tenía veintiséis años.
     Durante mi estadía en Copenhague, donde mi esposa inició un tratamiento para curarse de una grave enfermedad, y donde yo me preparaba para someterme a una cura, Stalin, por intermedio de la agencia TASS, ¡denunció falsamente a la policía europea que en Copenhague iba a celebrarse inminentemente una "conferencia trotskista"!. Eso le bastó al gobierno socialdemócrata danés para hacerle a Stalin el favor de expulsarme con premura febril, con la consiguiente interrupción del tratamiento que mi esposa necesitaba. Pero en éste, como en tantos otros casos, la unidad de Stalin con la policía capitalista obedecía a objetivos políticos. Aun así la persecución de mi hija no tuvo ni un asomo de sentido político. La pérdida de la ciudadanía soviética y, con ello, la única esperanza de volver a un ambiente normal y recuperarse, junto a su expulsión de Berlín (indudablemente un servicio que la policía alemana le prestó a Stalin) no constituyen más que un acto de venganza miserable y estúpido. Mi hija conocía perfectamente su situación. Sabía que no podía estar segura en manos de la policía europea, que la perseguía a pedido de Stalin. Era consciente de ello, y murió el 5 de enero. Se califica a esa muerte de "voluntaria". No, no fue voluntaria. Stalin la obligó. Me limito a informar, sin sacar conclusiones. Ya vendrá el momento de hacerlo. El partido regenerado lo hará.[1]







[1] Permítame el lector tomarme la licencia de dedicar la edición de esta carta, con mucha admiración y no poca melancolía, al historiador Lepoldo Moscoso Saravia, gran amigo de mi juventud universitaria, militante entonces de la L. C. R.  y un excelente y culto conversador. Esta durísima carta, en la que levanta la voz contra ese animal devastador que fue Josep Stalin, apareció publicada originalmente en The Militant, el 11 de febrero de 1933. Sobre las circunstancias descritas en es asesinato de su hijo, en la red podéis encontrar “El asesinato del hijo de Trotsky, León Sedov”, de Antonio de la Serna, en el que merece la pena detenerse.







León Trotsky


















  

miércoles, 24 de abril de 2013

Carta de Susette Gontard a Friedrich Hölderlin


Susette Gontard

«...la fe en el amor nos tiene que hacer respetar lo inexplicable»




     «Entonces me asaltó el deseo de elevar, por medio de palabras escritas para ti, un monumento que fuera imborrable, y que el tiempo, que todo lo cambia, preservase inalterado».

     «Ayer tuve que pensar mucho sobre la pasión, La pasión del más excelso amor no puede seguramente encontrar nunca satisfacción sobre esta tierra. ¡Siéntelo conmigo! Buscarla sería una locura....¡Morir juntos!...Pero, silencio, suena a desvarío, y sin embargo es tan cierto...: es esa satisfacción».

      «Pero tenemos deberes sagrados con este mundo. No nos queda otra cosa fuera de la más dichosa fe mutua y la creencia en la todopoderosa esencia del amor, que nos guiará invisiblemente toda la eternidad y nos unirá más y más.»

      «...la fe en el amor nos tiene que hacer respetar lo inexplicable.»

     «El mes que viene volverás probablemente a intentarlo; tal vez puedes enterarte entonces por Hegel de si estoy sola de nuevo.» 

     «Leyendo me he dado cuenta que tú también denominas a tu querido Hiperión novela cuando yo siempre lo he visto como un bello poema»

     «...si llegases a introducirte en alguna vía que te diese fama y fuese útil para el mundo , todas mis lágrimas por ti se convertirían en lagrimas de alegría ...»

     «¿Vendrás? Sin ti el lugar entero está mudo y vacío. ¡Y tengo tanto miedo!: ¿cómo podré volver a encerrar dentro de mi pecho los sentimientos que palpitan en él con tanta fuerza por tu causa? ¡Si no llegaras a venir!...¡Y si vienes!; también es difícil mantener el equilibrio y no sentir con excesiva viveza. Prométeme que no regresarás más y que te volverás a marchar de aquí con calma, porque si no sé esto, la enorme tensión y la intranquilidad me mantendrán hasta la madrugada a la ventana, y finalmente no nos queda otro remedio que apaciguarnos de nuevo. Por lo tanto, deja que sigamos nuestros caminos con confianza y que nos sigamos sintiendo felices en medio de nuestro dolor y deseemos que éste permanezca con nosotros mucho tiempo, porque en él sentimos con plena fuerza y nobleza. ¡Adiós! ¡Adiós! Te doy mi bendición.» [1]

Friedrich Hölderlin


Otras





[1] Gracias al escritor argentino Javier Galarza, hemos podido recoger aquí, al modo de una sucesión de fragmentos, una carta de Susette Gontard dirigida a Friedrich Hölderlin. Es una de las pocas que se conservan de ella, cuya huella está presente a todo lo largo y ancho de las mejores de las obras de Holderlïn, del que, sin embargo, no se conserva ninguna. Su obligado distanciamiento tuvo, como ya sabemos, efectos devastadores para ambos. Apenas dos años después de haber escrito esta carta, Sussette murió, y el poeta inició un rápido camino hacia la locura; mitificó a su amada como una moderna Diótima, sacerdotisa y maestra del amor, en muchos de sus poemas y en no pocas de las vicisitudes de su Hiperión. Los siglos han pasado, pero este modo de amar, tan característico del romanticismo, nos sige doliendo todavía...

















viernes, 19 de abril de 2013

Carta de madera olorosa de Pablo Neruda a Matilde Urrutia...


Matilde y Pablo en Isla Negra

"...Construí con hacha, cuchillo, cortaplumas, estas madererías de amor y edifiqué pequeñas casas de catorce tablas para que en ellas vivan tus ojos que adoro y canto"


Señora mía muy amada, gran padecimiento tuve al escribirte estos mal llamados sonetos y harto me dolieron y costaron, pero la alegría de ofrecértelos es mayor que una pradera. Al proponérmelo bien sabía que al costado de cada uno, por afición electiva y elegancia, los poetas de todo tiempo dispusieron rimas que sonaron como platería, cristal o cañonazo. Yo, con mucha humildad hice estos sonetos de madera, les di el sonido de esta opaca y pura substancia y así deben llegar a tus oídos. Tu y yo caminando por bosques y arenales, por lagos perdidos, por cenicientas latitudes, recogimos fragmentos de palo puro, de maderos sometidos al vaivén del agua y la intemperie. De tales suavizadísimos vestigios construí con hacha, cuchillo, cortaplumas, estas madererías de amor y edifiqué pequeñas casas de catorce tablas para que en ellas vivan tus ojos que adoro y canto. Así establecidas mis razones de amor te entrego esta centuria: sonetos de madera que sólo se levantaron porque tú les diste la vida.[1]
                                                                                   
 Octubre de 1959
De su libro
Cartas de amor (2010)



FINAL 

"Fue tan bello vivir 
cuando vivías! 
El mundo es más azul y más terrestre 
de noche, cuando duermo 
enorme, adentro de tus breves manos".


De El mar y las campanas.


Otras cartas de
 

Matilde y Pablo en Isla Negra






[1] Transcribimos la carta publicada por Mundo Poesía, en la que Pablo Neruda (1904-1973) se refiere a los Cien sonetos de amor, uno de los libros – el otro fue Los versos del capitán- que el poeta dedicó a Matilde Urrutia (1912-1985), con quien vivió el amor más largo, variado y prolíficamente literario de toda su vida. Por su interés, recogemos aquí las palabras editadas el 5 de febrero de 2010 por El Cultural del diario español EL MUNDO,  con motivo de la publicación por Seix Barral de sus inéditas Cartas de amor. E igualmente aconsejamos detenerse en el espléndido trabajo editorial del diario español El PAÍS, con los originales y su transcripción de algunas de sus cartas bellamente encarnados en formato PDF. Hemos querido cerrar la carta que sacamos con los versos finales de el poema FINAL, que probablemente fuera el último de los que escribiera el poeta, y que salió a la luz en su libro póstumo El mar y las campanas.










sábado, 13 de abril de 2013

La última Carta de Julius Joseph a su hijo Arno, antes de ser deportado a Auschwitz






«Te estoy escribiendo en momentos difíciles para mí, ya que supongo que ésta es la última [carta] de nuestras vidas. No queremos quejarnos sobre esto…Hemos vivido nuestra vida dignamente, y quisiéramos, si no queda otra alternativa, recibir la muerte de igual modo... Tal vez no volvamos a vernos nunca. Pero con todo mi espíritu te abrazo, y apoyo mi mano sobre tu cabeza y te brindo desde la distancia una bendición de padre (...): "que Dios te bendiga y te guarde y ponga en ti su paz»

Magdeburgo, 27 de junio de 1942
¡Mi querido Arno!
La última carta que recibimos de ti fue escrita en noviembre de 1940. Era una carta destinada  a mamá con motivo de su cumpleaños, y llegó a tiempo. Mamá se puso muy feliz por las cálidas palabras que le dedicaste, y todos nos alegramos con ella. Y, por cierto, no hay madre mejor en todo el mundo como la que has tenido, y muchas lágrimas han caído por ti. Pero mamá es una mujer con mucho coraje, también hoy día. Debido al dolor y al sufrimiento que ha venido sintiendo hasta el día de hoy, se ha ganado desde hace tiempo el apelativo de “nuestra millonaria del dolor”. Pero siempre está lista para pelear contra todo lo que le fastidia, y una y otra vez se muestra preparada para enfrentarse con la vida.
¡Un luminoso ejemplo de fidelidad al deber y de fuerza para actuar! Hace casi dos años que mamá está trabajando en la fábrica de abrigos de Max Behr. Hace dos meses tuvo un accidente. Se cayó de manera tan desgraciada que tuvo que estar postrada en la cama durante siete semanas, y todavía no se ha recuperado. Sin embargo, esperamos que todo se soluciones pronto. Como ya he señalado al comienzo de esta carta, tu última misiva fue de noviembre de 1940. Por lo tanto, estamos sin noticias tuyas desde hace ya un año y medio, a pesar de que Estados Unidos se sumó a la guerra un año después. No contamos con una explicación acerca de tu silencio. No se nos ocurriría pensar que se trata de un descuido de tu parte. Pero si, a pesar de todo, ésa fuera la razón, nosotros te perdonamos en este mismo instante.
No sé cuándo llegará esta carta a tus manos. Quizás los sucesos de la guerra te hayan llevado a tierras extranjeras; quizás te veas obligado a participar activamente en combate. Si es así, aprenderás a reconocer las atrocidades de la guerra, que en todos lados son las mismas, tanto aquí como allá, así se trate de naciones supuestamente cultas o de naciones salvajes, todas tienen sus propios motivos para entrar en guerra.
Te estoy escribiendo en momentos difíciles para mí, ya que supongo que ésta es la última [carta] de nuestras vidas. No queremos quejarnos sobre esto, mi querido hijo, sino aceptar con dignidad lo que el destino nos ha deparado. Considero que hemos vivido nuestra vida dignamente, y quisiéramos, si no queda otra alternativa, recibir la muerte de igual modo. Sí, tal vez debamos agradecer a la Divina Providencia que nos haya otorgado tantos años, durante los cuales pudimos vivir con tranquilidad, mientras que hace ya mucho tiempo que cientos de miles de hermanos de sufrimiento llegaron a su amargo y precipitado final. 
Tal vez te tranquilice oír la verdad, y ésta es que durante los largos años de tu ausencia no hemos sufrido para nada. Siempre tuvimos trabajo y pan para comer, y vivimos sin ser molestados. El año 1942 también aquí trazó una línea divisoria. Incontables decretos y leyes restringieron en gran medida nuestras posibilidades de vida; uno no puede dar ni siquiera un paso sin tropezarse con un obstáculo.
El trabajo está tornándose cada vez más difícil para nosotros, debido a un sinnúmero de prohibiciones ridículas, como por ejemplo la de viajar en tranvía al lugar de trabajo, independientemente de la distancia. Ya no es posible disfrutar ni de la más modesta forma de ocio, puesto que se nos ha prohibido pisar el césped y concurrir al cine. Y mejor no hablar del tema de la alimentación. Ahora, por último, nos espera la deportación a Polonia, donde se encuentra nuestra tumba. Pero debes saber, hijo, que también en esta hora nuestro espíritu está contigo, que siempre estaremos contigo. Siempre me alegró mucho oírte decir, durante los años de tu infancia, que tu padre es tu mejor amigo. Solíamos salir a pasear por los hermosos bosques cercanos a Möser, y tú te prendías con fuerza de la manga de mi abrigo¡

Ya han pasado ocho años desde aquellos días! Si bien nos ha sido difícil separarnos de ti, no nos lamentamos de haberte enviado al otro lado del gran lago, porque gracias a ello pudiste escapar de diversas cosas aquí. Hoy ya tienes 21 años y estás hecho un hombre. Por lo tanto, ¡acepta tu destino y enfréntate a él como un hombre! No te dejes desanimar por el hecho de que la suerte haya golpeado rudamente a tus seres queridos. ¡Porque toda la humanidad ha sido herida y golpeada con crueldad! Lucha para hacer feliz a tu corazón. No pienses que ello implica deshonrar a tus familiares.
Debes estar seguro de que también aquí, a pesar de tanto sufrimiento, no hemos dejado de ser felices. A ello se dedica tu querida hermana. Mientras estuviste con nosotros, fuiste un buen muchacho y mereciste nuestro amor. Has sido una persona recta y considerada. Y nosotros esperamos que no hayas cambiado en este aspecto. ¡Sé decente en tus acciones y en tu espíritu! ¡Aléjate de toda la mugre, cualquiera sea el color de ésta! ¡Estudia, como  corresponde, y gánate siempre tu propio pan! Una ola de odio hacia Alemania se ha expandido hoy por todo el mundo. No dejes que esta ola te avasalle. ¡Porque no somos los únicos que han sido condenados a sufrir! 
Hay también millones de buenos alemanes cuya suerte les ha sido esquiva. Si nadases junto a esta ola de odio hacia Alemania, herirás también a amigos de tus padres, los cuales han mantenido su amistad hacia nosotros hasta este mismo día y, de este modo, se han arriesgado voluntariamente. Deberás agradecer por siempre a mi querido amigo el Padre Radecke y su familia, de quien recibirás esta carta y algunas otras cosas. Tampoco debes olvidar a Paul y a tía Lieschen. Todos contribuyeron para que nuestra vida fuera más soportable. Y te ofrezco otro buen consejo: Sé un buen ciudadano de tu país, pero no te metas en política. 
Hoy siento que los judíos que se dedican a la política son los enterradores de su propio pueblo. Nunca he tenido gran consideración por la religión de las letras [sic]. Sin embargo, estimo que no hay nada que ocurra meramente por azar, que detrás de cada acontecimiento se esconde un profundo significado, y que los cortos de vista no logran captarlo. Por ende, también nuestro destino nos había sido entregado ya en la cuna. No podemos escaparnos de este destino, no importa cuánto luchemos contra él. Debemos ir por el camino que nos ha sido señalado hasta su fin. Entre nosotros, mi querido hijo, se despliegan países y amplios océanos. Tal vez, no volvamos a vernos nunca. Pero con todo mi espíritu te abrazo, y apoyo mi mano sobre tu cabeza y te brindo desde la distancia una bendición de padre, la bendición con la cual nuestros ancestros bendijeron a sus hijos desde tiempos pasados: “Que Dios te bendiga y te guarde. Que Dios haga resplandecer Su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia. Que Dios alce sobre ti Su rostro, y ponga en ti paz”. Amen.
Con amor y lealtad,
Tu padre Julius Josep

Otras



Grandes Obras de
El Toro de Barro
PVP: 10 euros Pedidos a:
edicioneseltorodebarro@yahoo.es

 
En un dramático–y real– camino de retorno, algunos de los 130 niños que sobrevivieron a Auschwitz viajaron de nuevo al escenario de aquel apocalipsis con un grupo de estudiantes israelíes de secundaria, en el que se encontraban sus hijas. El encontronazo de dos generaciones distintas con aquella memoria de dolor provocó una gigantesca catarsis individual y colectiva, cuya historia fue narrada por la psicóloga infantil Amela Einat en La cicatriz del humo, Esta novela coral pone de manifiesto las diversas formas de experimentar la presencia real de aquella tragedia en todas las generaciones del Israel contemporáneo, de cuyas patologías Amela Einat es una reputada e innovadora especialista




"El Profeta", de Carlos Morales. De su Libro "S". Ilustración Leonardo da Vinci

Shalom
Yad Vashem
No olvidar



martes, 9 de abril de 2013

Carta de Pablo Neruda a Matilde Urrutia




“...Todo mi cuerpo está saturado de ti...Juntos somos lo que la pobre gente no alcanza jamás, el cielo en la tierra...” 

    

Hoy es el sábado 28 y he amanecido sin tus pies. Fue así. Me desperté y toqué al fin de la cama una cosa durita que resultó ser la almohada, pero después de muchas ilusiones mías. El hijo de nuestra tía se portó indiferente, me esperaba un auto (del impresor) y marché raudo. Tu hijo será gordo y maravilloso, tendrá 180 páginas. Y tendrá dibujitos en la frente y trasero. Bueno, parece que mi tía no quiere que vuelva a Italia y debes preparar tu viaje, pero con calma, como cuando comemos. Hasta ahora es así. No sé si en el día se cambiarán las cosas. Esta mañana me llevaron a un sitio con una tina blanca, no comprendí al principio, pero me metí, con miedo de disolverme. Había una gran toalla, qué pérdida de trapo, en S. Angelo se hubiera cortado en 12 y hubiera servido hasta junio 1953. Cuando me levanté y abrí a la camarera vi que me faltaba una parte de pyjama que según me dicen se llama pantalón. Es así: [dibujo de un pantalón.] Patoja mía estoy contento, soy como un soldado con su retaguardia segura. No me importa el fuego. No sé si estoy aun con mar o agua de Patoja, todo mi cuerpo está saturado de tí. Eres parte de mí, como la pirinola de su cane, sólo que tengo pirinolas tuyas hasta en el alma. Recién me llaman, esta tarde te escribiré de nuevo, acumularé todo el día besos para todo tu cuerpo que es interminable para mí, aunque la vida me la pasaré besándolo no lo terminaré de besar. Desperté a las 6 ½ y a las 8 estaba vestido, son las 9 salgo a los tickets. Hay algo más importante que tu y que yo, somos tu y yo. Juntos somos lo que la pobre gente no alcanza jamás, el cielo en la tierra. Te aprieto a mi corazón, amor mío, con cuerpo, alma y amor. Tuyo Tu capitán.

                                         
De su libro
Cartas de amor (2010)




Otras cartas de



Carta manuscrita en cuatro páginas pequeñas, con membrete del Hôtel D'Angleterre de Roma. La única indicación de fecha que tiene es “Hoy es el sábado 28”. No sabemos de qué mes, pero sí podemos colegir que es de 1952 por la alusión en clave que hace a la primera edición del libro Los versos del capitán, que apareció ese año, y que el autor dedicó a Matilde.




Pablo Neruda, Cartas de Amor, Seix Barral.