viernes, 19 de octubre de 2007

Carta de Franz Kafka a Max Brod









































«Lo que he escrito fue hecho en un baño tibio, no he vivido el infierno eterno de los verdaderos escritores, a excepción de unos pocos arrebatos que puedo ignorar en mi juicio, a pesar de su fuerza quizá infinita...»



Sanatorio naturista Jungborn en el Harz 22 VII 1912


Mi muy querido Max, ¿jugamos una vez más al juego de los niños infelices? Uno señala al otro y recita su antiguo verso. Tu opinión actual sobre ti mismo es un capricho filosófico, mi mala opinión sobre mí mismo no es una mala opinión trivial. En esta opinión quizá se halle mi única virtud, después de haberla delimitado adecuadamente en el transcurso de mi vida, es aquello en lo que jamás, jamás he tenido que dudar, me da un orden para mí mismo y me tranquiliza suficientemente, a mí, que me rindo de inmediato ante la falta de claridad. Estamos suficientemente cerca uno de otro como para poder ver los entresijos en la argumentación de la opinión del otro. Yo incluso he llegado a detalles y ellos me han alegrado más de lo que tú aprobarías -¿de qué otro modo podría seguir sosteniendo la pluma en mano? Nunca he sido de aquellos que sacan adelante alguna cosa a cualquier precio. Pero precisamente de eso se trata. Lo que he escrito fue hecho en un baño tibio, no he vivido el infierno eterno de los verdaderos escritores, a excepción de unos pocos arrebatos que puedo ignorar en mi juicio, a pesar de su fuerza quizá infinita, debido a su escasa frecuencia y a la debilidad con que se manifestaron. También aquí escribo, muy poco desde luego, me lamento de mí mismo y también me alegro; éste es el modo en que las mujeres piadosas rezan a Dios, pero en las historias bíblicas se deberá pasar mucho tiempo antes de que pueda mostrar lo que ahora te escribo a ti, y aunque sólo sea por mí. Está elaborado sobre la basede pequeñas piezas más bien alineadas que entrelazadas; durante mucho tiempo seguirá por un camino recto, antes de llegar a formar el círculo deseado, y en aquel instante, en función del cual trabajo, las cosas no resultarán en absoluto más fáciles, mucho más probable es que, habiendo sido inseguro, pierda la cabeza. Por esto, será algo de lo que se podrá hablar solamente cuando concluya la primera versión.
¿No hiciste mecanografiar el Arche? ¡Esto si que lo ha golpeado! Y yo no le escribo y no le escribo. Por favor, diles a la Srta. T. y a Weltschy, y si es posible, a los Baum que los quiero a todos y que el cariño no tiene nada que ver con escribir cartas. Dile de tal forma que sea acogido mejor y más amablemente que tres cartas reales. Si quieres, puedes hacerlo. En nuestra historia común me ha alegrado únicamente, aparte de algunos detalles, el estar sentado junto a ti los domingos (haciendo excepción, desde luego, de los ataques de desesperación) y esta alegría me seduciría de inmediato y me arrojaría a continuar el trabajo. Pero tú tienes cosas más importantes que hacer, aunque sólo fuera el Ulises. Carezco de todo talento organizativo y por eso ni siquieras oy capaz de inventar un título para el anuario. Pero no olvides que en la invención los títulos mediocres o incluso malos alcanzan un buen prestigio por influencias probablemente caprichosas de la realidad. ¡No digas nada contra la sociabilidad! También vine aquí por la gente y estoy satisfecho de que al menos en esto no me haya equivocado. ¡Cómo vivo en Praga! Esta necesidad que tengo de la gente y que se transforma en temor tan pronto se satisface, sólo está a gusto durante las vacaciones; sin duda que he cambiado un poco. Por otra parte, no leíste con atención mi horario, hasta las 8 escribo poco, pero después de las 8 nada, aunque es cuando más libre me siento. Escribiría más sobre esto si no hubiera pasado todo el día tan tontamente con juegos de balón y de naipes y sentado y recostado en el prado. ¡No hago excursiones! El mayor peligro es que ni siquiera veré el fragmento. ¡Si supieras cómo transcurre este corto tiempo! ¡Si fluyera con tanta claridad como el agua, pero se escurre como el aceite! El sábado por la tarde me iré de aquí (pero hasta entonces me gustaría mucho recibir una tarjeta tuya), me quedaré el domingo en Dresde y llegaré por la noche a Praga. No iré por Weimar únicamente por una debilidad que vislumbro a distancia. Recibí una pequeña carta suya con saludos de propia mano de la madre y tres fotografías. En las tres se la ve en distintas posiciones, en relación con las fotografías anteriores son incomparablemente nítidas y ¡es bella!. Y yo iré a Dresde fingiendo obligación y visitaré el jardín zoológico ¡que es donde debiera estar!


Franz










OOO


Esta misiva es una de de las que aparecen en el libro Franz Kafka, Cartas a Max Brod (1904-1924), traducidas por Pablo Diener-Ojeda para Grijalbo-Mondadori. Nos ha facilitado mucho su traducción su aparición en ese amplísimo territorio que es
Factor Serpiente que Patricina Damiano dirige desde Argentina, y cuyo espacio animamos jubilosamente a visitar.



3 comentarios:

Mityu dijo...

Una de las cosas que más aprecio de la red es el grado de cumplimiento que a veces alcanza mi sueño de enlazarnos todos los que queremos conocer, dar, participar, aprender.
Suele suceder que el toro de barro se convierte en manantial del que bebe mi mente, se conforta mi alma y en que sonríe mi cara.
La carta me parece la uno de tantos hermanos en el camino. Tan cercano le siento.
Un saludo, un poco de paz...

Clarice Baricco dijo...

...y sigo disfrutando las cartas!

Cómo se aprende!
Gracias.

Te abrazo

G

Tania dijo...

Las cartas tienen algo de sagrado, que conmueven profundamente. Creo que porque nunca desearon ser literatura, sólo sencillamente la voz de un corazón que vuela hasta otro, con su fuerza y su fragilidad, y con todo ese montón de inquietudes y sentimientos que nos hace humanos...
Otro bellísimo lugar tienes aquí, Carlos. Una vez más, gracias por compartir...

Un abrazo afectuoso, te deseo una bonita semana.

Tania