domingo, 2 de septiembre de 2012

Carta de la poeta francesa de origen bielorruso Irene Minsky al amor de su vida, el pintor uruguayo Javier Garmendia.




 

    Querido Javier:

     Tal vez este intento de explicarme empeore las cosas. Es muy posible que así sea, pero cómo decirte que no podía contarte lo que voy a contarte porque nunca me creerías y que voy a hacerlo a pesar de todo y que sé que después ya no habrá remedio. Y la cuestión no es si puedo luchar contra mi naturaleza, la cuestión es que me lo he preguntado y, tal vez podría, pero a qué precio, así que la respuesta es no, no quiero luchar contra mi naturaleza. Igual que un árbol no puede dejar de ser árbol, ni un hombre, hombre, ni un gato, gato, yo no puedo, no quiero. Y contarte que tu propuesta, y el tono y la frase exacta no sólo no me disgustó, sino que alcanzó algún lugar atávico y latente y que todos mis órganos reaccionaron y se pusieron a latir muy fuerte, acompasados, y la sangre me subió a la cabeza. -¿Quieres ser mi mujer? –dijiste, y en un momento no hubo nada más que tú y esa frase y ese algo atávico que me zarandeaba. Y después dije no y no pude explicarme. Porque no era la frase, qué fácil hubiera sido. Deberías de habérselo preguntado a Carola. Ella sí, ella sí que hubiera jugado bien sus cartas. Se habría mostrado ofendida por la frase, y tú la habrías entendido enseguida, una ofensa fácilmente comprensible, por supuesto, qué torpeza la tuya y te hubieras disculpado, y habrías dicho la frase correcta, tal vez ¿quieres compartir conmigo tu vida? Y qué fácil hubiera sido todo, con ese código tan claro y predecible y después le habrías ofrecido la protección y el apoyo y la seguridad con la que también yo sueño, aunque a mí sea tan difícil arrancarme esa confesión, aunque yo no me ofenda por la frase, aunque al contrario, la frase, con esa virilidad rotunda, se clave en el bajo vientre y active todos los órganos, todas las respuestas. Lo entiendo. 
      ¿Recuerdas "All about Eve"? Aunque sólo hubiera hecho eso, Mankiewicz ya sería considerado un genio. Qué bien plantea esos tipos de mujer, ¿recuerdas? La protagonista, independiente, directa, a veces insoportable, con esa bondad profunda que rechaza ñoñeces y exhibiciones. Creo corresponder a ese tipo, o al menos es con el que me siento más cercana, el espejo que me devuelven mis amigas, mis mejores amigas. También conservo otras, parecidas a la amiga de la protagonista, bondadosas y bien intencionadas, pero, ¡ay!, ese pequeño rencor inconsciente  hacia la amiga aparentemente fuerte puede hacerlas peligrosas a pesar de su pretendida bondad, o incluso a causa de ella, como aquel vizconde demediado, ellas, mujeres demediadas, pueden a veces causar tanto daño.

 
     Y la última, la aspirante. Ah, ¡Ella! Cuán injustamente Mankiewicz la llamó Eva. Es el único error que cometió. Porque Eva es Bette Davis y, como Eva, es castigada eternamente por haber querido probar el fruto del conocimiento. Y la aspirante, la aspirante es la serpiente (si hasta contiene casi las mismas letras),  envidiosa del paraíso en el que cree que vive Eva y que engatusará a quienes la rodean, a quién sea susceptible de ser manipulado,  y lo terrible, Javier, es que todos los son. Todos los que creen querer a Bette, todos los que creen, y lo creen de verdad, que son sus amigos, todos los que deberían ponerse de su lado sin cuestionamientos, todos, incluso el hombre que cree amarla, y lo cree de verdad, todos son embaucados, todos prefieren sospechar de la honesta, susceptible, a veces insoportable, Bette. Porque es tan fácil querer a alguien como Carola, ofrecerle protección, ella que parece tan frágil y vulnerable, acercarse, ella que parece tan afectuosa, tan agradecida, dejarse adorar, ella, que los admira sin cuestionamientos ni reservas y que sabe cómo decirlo, con esas palabras tan hermosas... qué importa que a veces sea un poco cursi, cursi incluso en sus aparentemente atrevidas declaraciones sexuales, que a veces un rosa desteñido manche tanto que casi sea sospechoso, casi, pero no, borrémoslo rápidamente, no hemos visto esa veta que casi, casi, si no fuera porque es ella, claro, no, no, borrémoslo, no, no puede ser, ha sido una ilusión óptica, probablemente causada por nuestra maleada conciencia, no, no, esa veta que parece del amarillo de la bilis, de ciertos venenos, no, no, ella, la dulce y vulnerable Carola, jamás sería capaz de producirla, ¿verdad, Javier?
     Porque lo que tú y yo sabemos, aunque jamás nos lo diremos, es que no le has dicho la frase -esa frase que a alguien como Eva inundaría de sangre y latidos y que para Carola sólo sería el triunfo de sus manejos-  no le has dicho esa frase a Carola, simplemente porque Carola está casada, y además está lejos, y además, y eso es lo más duro -y jamás podrás saber cuánto lo siento, Javier, cuánto dolor siento por tu dolor, aunque no pueda decírtelo-  además,  es que no puedes competir con él, porque él le da una seguridad en tantos aspectos y, sobre todo, una comodidad económica que ella, tan vulnerable,  precisa, que tú jamás podrías permitirte. Qué fea cosa he sacado, ¿verdad? No, claro, Carola jamás le daría importancia a eso, claro que no, ¿seguro que no? ¿De qué vive Carola?
     Pero es que, no lo olvides, yo no me siento cómoda en el engaño. Si lo hiciera, ¿con qué objeto habría dedicado tanto tiempo y dinero a desentrañar mis propias falacias? Pero claro, eso no podéis apreciarlo, al contrario, si os atrevierais, os confesaríais que doy un poco de miedo. Eso de desentrañar mis propias falacias significa que probablemente también vea las de los otros. Así que, qué diferencia con Carola, qué fácil, qué suave, qué relajantes sus falacias, qué sensación de seguridad con respecto a las propias. Te comprendo y te agradezco que a pesar de todo hayas tenido el valor, te admiro incluso. Pocos hombres se han atrevido y yo he cometido en otras ocasiones el error de decir sí, creyendo que era no sólo valor, no sólo una especie de salto al vacío a pesar de, a falta de la imposibilidad de aquello con lo que se sueña, sino, ingenua de mí, creyendo que yo era la primera opción, la elegida. Pero ahora he aprendido. Y no quiero decir que estés mintiendo. Es posible que incluso tú mismo creas, quieras creer, que soy tu primera opción. En cualquier caso, si a alguien engañas es a ti mismo, pero yo, como te he dicho, Javier querido, no me siento cómoda en el engaño.
     Me gustaría, aunque sé que la lectura de esta carta lo va a hacer difícil, tal vez imposible, y aunque suene a eso tan manido, que siguiéramos siendo amigos. Lo hemos sido hasta ahora. Nuestras almas, como en el soneto, ¿lo recuerdas?,  "And now good morrow to our waking soules"[1], se atraen, se tocan. Es una lástima que no sólo de esa alma vivamos, hay otras cosas, otros rincones oscuros, y tú lo sabes, aunque no siempre quieras verlos, y en uno de ellos está tu deseo, agazapado, probablemente incluso a tu pesar, tu deseo de una Carola. Tal vez algún día consigas todo eso que te falta para que te sea posible competir con aquellos que se pueden permitir tenerlas.
     Entre tanto, no olvides que siempre podrás, como la canción, contar conmigo. No lo olvides.


Te quiere,


Irene





[1] No se trata de una errata. En diversas antologías se encuentra escrito de este modo. Aquí he utilizado la antología bilingüe John Donne, Elegías y Canciones, editada por Llibres de Sinera en su colección OCNOS.




Otras cartas de Isabel Mercadé






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En caso de reproducción, rogamos se cite su autoría. 





Isabel Mercadé, autora de esta carta de ficción, es Licenciada en Filología por la UB, y  DEA en Arte, pensamiento y cultura por la UPF. Actualmente ejerce como profesora en Esade-ELC.
Colabora con artículos, reseñas y ensayos en diversas revistas culturales de ámbito nacional e internacional, siendo consejera de redacción de la revista InterteXto de la Universidade Federal do Triângulo Mineiro de Brasil.
Como estudiosa y especialista de la obra de Clarice Lispector, ha impartido seminarios y  conferencias sobre su obra en diversas instituciones, entre ellas la UPF de Barcelona  y la UCM de Madrid.
Es Autora de la idea, el guión y la adaptación del montaje teatral Va de dones que repasa la historia de la literatura escrita por mujeres, y que fue representado en el SAT Teatre de Barcelona.
En prensa espera su primera plaquette Ocho poemas que publicará próximamente Cafè Central Poesia.














13 comentarios:

Víktor Gómez Valentinos dijo...

excelente!!!

Belnu dijo...

Ya lo he dicho en otro lugar. La carta es extraordinaria. Revela a una gran narradora, está poseída de ese nervio vivo del "tú" que da vida a una carta, que nos arrastra a seguir leyendo y a soñar. También revela una particular vivencia del cine, imbricado en la vida y en lo subjetivo. Espero que sea la avanzadilla de más cartas...

pater brioso dijo...

He leido ya tres veces la carta, el verano parece q se va, los don diego se van cerrado en otra luz q no les gusta, y me queda de este verano este descubrimiento de tu escritura, este motor q tu posees como el de un ventilador encendido. Vendra el frio y estara tu motor conmigo, el rum de un motor tan constante. Creo q tienes mucho talento y supongo q sentiras invencibles tus palabras poderosas, confio q te ayuden las personas q te rodeen a mimar este poder

Paz Zeltia dijo...

Las mosquitas muertas son las más feroces arpías. No significa que las directas y transparentes no lo SEAMOS, pero al menos se NOS ve venir!

Me gustó este relato

Maria Eugenia dijo...

Qué lindas son las cartas. Adoro esta forma romántica y personal de expresar los sentimientos.
Me alegra que exista tu blog!!

Un abrazo

Anónimo dijo...

Es tan buena que parece escrita desde dentro...
Felicitaciones Isabel!
Jorge A. Rivas

Isabel Martínez Barquero dijo...

Una delicia, Isabel. Besos de una Eva.

César Cortijo dijo...

Bravo

Marisa Peña dijo...

Es magnífica Isabel...El género epistolar es uno de mis preferidos. Y las novelas epistolares me encantan. Gracias por compartirla y miles de abrazos para este septiembre

César Cortijo dijo...

Eres una escritora muy sensible e inteligente, deseo q puedas escapar como lo deseo para mi de tanto diletantismo como nos atenaza, besos

Verónica Pedemonte dijo...

Una carta llena de fuerza e inteligencia, entre otras cosas. ¿Diletantismo? Eso querría decir que nos acercamos a un Renacimiento.

Marta Sanuy dijo...

Lúcida y rebien escrita esa carta, no sabe usted la compañía que sus palabras me hacen.

Isabel Mercadé dijo...

Muchísimas gracias a Carlos Morales y muchísimas gracias a todos. Son los gestos generosos como el vuestro lo que ayuda a vivir.
Abrazos!!